Fuente del Avellano. |
Antonio
J. Afán de Ribera nos dejó en su obra Tradiciones, leyendas y
cuentos granadinos del año 1885, la siguiente historia:
Hace muchísimos años de
esto.
Como que Granada era
musulmana y se la llamaba la Perla más rica de Bassora, la ciudad de
las mil torres y la Sultana de Occidente.
Y como en estos dichos
no había exageración. A pesar de ser andaluces, aunque no moros,
sus propaladores, resultaba que todos querían habitarla y gozar de
la hermosura de su cielo y de sus flores.
Y como las hadas, por
más que sean hembras, tienen un gusto exquisito, aconteció que
muchas dejaron los jardines de Alejandría y las amenas riberas de la
soberbia Stambul, para venir a fijarse en los valles granadinos y
tomar posesión de sus pintorescos y bellísimos cármenes.
Nada les costó el
viaje, pues como seres impalpables, con sus alas de pintada mariposa
y sus velos del mismo azul de los cielos, según afirman sabios
autores que las han contemplado en esta forma, por supuesto, entre
sueños, tomaron el camino, y con su corte de silfos y algún que
otro genio que más valía se quedara por allá, pues se ha
incrustado en el de cierta señorita que no nombro por prudencia, se
posesionaron del Albaicín, de la Alhambra, del Generalife, de los
Alijares y de cuantos sitios hermosos encerraba este nuevo paraíso.
No hubo lugar para
todas, pues la hadas abundan, y aunque no comen, y gastan vestidos,
cada una quiere tener su casita, bien en el tronco de un espinoso
rosal, bien entre las tupidas ramas de los laureles, ó ya, las más
calurosas, entre los límpidos cristales de alguna escondida fuente.
A estas últimas
pertenecía el hada objeto de nuestra redacción. Cuando no se
transformaba en blanca paloma, reflejando en sus plumaje los rayos
solares; cuando no se escondía entre las hojas de los claveles
figurando un lindísimo insecto, o cuando haciendo de legítima hada
no se presentaba como legítima hechicera huri, impalpable, invisible
a los ojos de la materia, pero nó a los del alma, colocada, ya en el
cáliz de una rosa, ya a la entrada de una amena gruta, causando el
eterno penar de los que la contemplaban, que se enamoraban como
locos, pues no hay otro remedio para el que ve ó cree haber visto un
hada que despepitarse por ella; entonces, decimos, se mostraba en
forma corpórea como una bellísima joven algo morena, pero
ostentando copiosos rizos negros, unos ojos pardos que hacían más
vietimas que algunos pronunciamientos.
Pues bien: en ese valle,
que los antiguos llamaron de Valparaíso, que después denominaron de
la Salud, por sus puras y aromadas brisas, y donde el Dauro arrastra
pepitas de oro, al lado de un accidentado barranco que, descendiendo
de los cerros de la Silla del Moro, conducía sus aguas torrenciales
a mezclarse con las del río, se descubría en tiempos del
desventurado Boabdil una gruta
sombreada de espesas
mimbres, y a que daba acceso una torcida vereda que empezaba en lo
que hoy se llama puente de las Cornetas.
Cuando los disturbios
que tanto precipitaron el funesto término de la dominación árabe
en España daban treguas á que el pueblo granadino gozase de un
momentáneo sosiego, en las plácidas noches de verano, gustaban
algunas doncellas moras bajar del Albaicín, a llenar su cántaro en
un pequeño arroyuelo que se escapaba de la gruta, ¿Era una fuente
la que brotaba misteriosa en aquél escondido recinto? ¿Eran
filtraciones de las grandes acequias que surtían del precioso
líquido las casas del placer de los walíes musulmanes ? Nadie trató
de profundizar el misterio; Sólo sabían que las aguas eran puras y
agradables, y que la bebida producía en las muchachas cierta
sensación inexplicable. Así es que la fama del sitio crecía
rápidamente, y hasta se hizo punto de reunión para los más
constantes amadores. Pero !Cosa extraña! Unas veces el sabor de la
corriente era amargo, otras dulce como la más exquisita miel; ya
entonaba el pecho inspirando bélicos instintos, ya una languidez
inexplicable desfallecía los más valerosos ánimos. Ora el amante
motejado por fiel entre sus compañeros, después del sorbo se volvía
huraño y burlador de la que antes era dueña de sus pensamientos; y
otras, más de una doncella zegrí, dura como la piedra de Macael,
pronunciaba el tierno sí, al desdeñado Gazul que la imploraba con
el búcaro lleno de agua del extraño nacimiento.
Aquello era un pequeño
caos de contradicción y anomalías.
No pasaba jornada sin
que vasijas rotas atestiguasen escenas desapacibles entre las jóvenes
mahometanas; y muchas veces, restos de negras y suaves trenzas se
descubrían entre los espinos, que protestaban no ser suyas aquellas
frutas de nueva especie, y lo que es peor, gotas y aun charcos de
sangre, mostraban vestigios de mayores desaguisados.
Hubo de intervenir el
cadí. Una guardia de robustos negros etiopes tomó posesión de la
entrada de la cueva; pero cuando el sueño los rendía, y en la más
misteriosas horas de la noche, un genio maléfico, pero en forma de
una guapa hembra, se divertía a su costa, y ya aparecían
trasquiladas sus lanudas cabezas, ó atados unos con otros en las
posturas más ridículas.
Fue necesario acudir a
los santones. Trabajo perdido. También los seguidores del zacarrón,
sentían la influencia de aquellos lugares; y en vez de predicar el
Corán, escandalizaban a los buenos creyentes ensalzando las formas
voluptuosas de una sultana morena. Un alfaquí, más atrevido que los
demás y confiado en un amuleto traído de la Meca, se atrevió a
penetrar en la cueva de donde brotaba el arroyuelo, y aun esperan su
vuelta sus discípulos. Unicamente se notó que un formidable buho
graznaba melancólico pocas noches después de la tupida copa de un
moral.
¿Y cual era la causa?
La hada antojadiza y voluble como las de su especie, se divertía en
infiltrar en la corriente sus alegrias ó sus pesares. Cuando una
lágrima de amor caía de sus dulcísimos ojos, aquello era un venero
de felicidad; pero cuando un leve contratiempo la importunaba,
cuando un rayo de sol indiscreto penetraba en su alcoba de gasa,
entonces su llanto de tristeza lo ponía todo tan amargo, que sus
consecuencias eran duelos y desazones en la concurrencia.
Asi es que poco a poco
el sitio se fue quedando solitario, y el líquido agridulce dejó de
ser receta de los enamorados, que afirmaban que un ser misterioso,
pero maléfico era quien hechizaba las corrientes.
Cuando el estandarte de
la cruz se ostentó en el Alcazar musulmán, y la fe cristiana
extendió su perfume celeste, borrando las creencias del paganismo,
hadas, genios y silfos tomaron la sabia determinación de
ausentarse, incapaces de resistir el brillo de la enseña de la
Redención. Y he aquí que la gruta quedó obstruída y deshabitada,
pero las aguas continuaron brotando, y !caso singular! Con el último
sabor que las comunicara su moradora. Puras, frescas, claras pero un
tanto agrias al paladar, tal vez por la rabieta que le produjera su
forzada marcha, o quizás por dejar su nombre como memoria eterna,
pues según escribió el anciano morabito, que al parecer llevaba el
Registro Civil de aquellas señoras, la turbulenta Hada se denominaba
Agrilla.
Esta
es la leyenda, las versiones con el tiempo pueden ir cambiando y se
han ido adaptando, además el boca a boca, o bien la reinterpretación
de los textos, dan lugar a diferentes versiones.
Fuente de la Salud. |
En
otras versiones, ese Hada no era ni más ni menos que el espíritu de
Aixa, la madre de Boabdil, al parecer cuando estuvo felizmente casada
con Muley-Hacen, el hada hacia que el agua saliera dulce, pero sin
embargo en los días de tristeza, cuando fue desposada y su esposo se
fue con Isabel de Solís, llamada Zoraya, sus celos agriaron su
carácter y el hada misteriosa contagió de su amargura al agua de la
gruta. Por eso si bien el agua siempre brotó amarga servía para
curar muchas enfermedades.
Fuente Agrilla. |
Hoy
en día ese lugar existe y es bien conocido por todos, no sólo está
la Fuente del Avellano, más famosa por la cofradía que se reunía
allí, encabezada por Ángel Ganivet entre otros, sino que si
seguimos unos pasos más hacia adelante, encontramos dos pequeños
pilares, llamados y conocidos por todos como Fuente de la Salud, y
Fuente Agrilla. Hoy ya no tienen agua, pues la Acequia Real, la que
suministraba agua a la Alhambra ya está seca y sin curso fluvial de
agua, siendo a fecha de hoy una moderna acequia y canalizaciones
las que suministran todo el agua que entra en la Alhambra.
Volviendo
a la fuente del Avellano, ya Gallego Burín en su guía de Granada,
nos comenta que Chateubriand comparó la fuente del Avellano con la
fuente de Vaucluse y nos refiere como los árabes la llamaban “fuente
de las lágrimas”, tres son las fuentes del camino dice, Avellano,
Agrilla y la de la Salud y es costumbre que en los calurosos días de
verano las gentes se acercan allí en busca de la frescura y belleza
del paraje.
Fuente del Avellano. |
Respecto
a la Cofradía del Avellano y tal y como nos relata Nicolás María
López “fue, sencillamente, una reunión de amigos. Nunca tuvo
domicilio ni reglamento. Su estructura exterior se asemejaba a las
Academias helénicas. Los cofrades estaban sentados en semicírculo,
alrededor de una bella fuente natural, bajo álamos y avellanos,
conversaban en estilo granadino, que sabe combinar la seriedad de los
asuntos con el ingenio y la gracia. Se oía a todos y no se decían
más tonterías que las precisas para descongestionar un poco el
ambiente poético del paisaje. “
“Desde
las mesas del café Colón, que era el punto de cita, entrábamos en
Plaza Nueva y seguíamos por la Carrera de Darro. En los bancos del
Paseo de los Tristes o en el Aljibillo, al pie de la Cuesta de los
Muertos, solía hacerse un alto...Llegados a la Fuente del Avellano,
y sentados en el amplio murete que la circunda, empezaba la tertulia.
Ganivet, llevaba el diapasón e imponía le carácter; los demás
daban el tema, hacían objeciones o se reían de los argumentos...Al
tomar Ganivet la palabra, todos callábamos. Su voz era dulce y
suave, a veces rápida y cortada, a ratos pausada y solemne. Hablaba
de países o ciudades lejanas; exponía el asunto de un libro; hacía
la crítica de una obra dramática, moderna o clásica; o trazaba, en
cuatro rasgos, la semblanza de los grandes escritores.
La
cofradía del avellano tuvo su máximo esplendor en el año 1897 y a
la muerte de Ganivet se acabó.
Cogemos
una cita del mismo Angel Ganivet donde dice:
“Alguien
aconsejaría a tan aguanoso y desocupado personaje que se encaminara
a la Fuente Nueva o a la del Avellano, a cualquier rico venero, para
saciar su sed sin entramparse”.
Aunque
una de las citas más populares es aquella que dice:
Al
pie del Generalife/en las márgenes del Darro/hay una fuente
famosa/la fuente del Avellano.
Angel Ganivet. |
No
podemos terminar sin dejar constancia de algunas estrofas de Julio
Belza y Ruiz de la Fuente relacionas con la Fuente del Avellano.
...¿De
quién se ríe la fuente del Avellano cuando se ríe? ¿Qué copla
dice la fuente Agrilla cuando nos canta? ¿Por qué la fuente de la
Salud llora sus penas?
Risa,
canto y lloro manando suavemente desde la entraña misteriosa del
monte, en la mansedumbre del atardecer.
Hilillos
monocordes, cayendo sobre la pileta humilde, cantan su martinete y
los gitanos fronteros tocan palmas y palillos, al río que, valle
abajo, pasa bailando fandangos con sus volantes de espuma.
Copla
y gritos, “horizonte de ladridos”- como dijo Federico- cornetas y
tamborcicos avemarianos, “angelus” del conventillo albaicinero,
pilar enloquecido de pájaros vespertinos y de las pausas, haciendo
imposibles los silencios; lloro, canción y risa de tres fuentes en
un camino...
...Allá
abajo, el río imperturbable canta una copla, con el bordón de la
presa; la fuente del Avellano pone la melodía, con la prima leve de
su caño, y un coro travieso de colorines marca el ritmo de una
floresta de sofocos y calofríos mañaneros....
Placa. |
La
placa que hoy podemos encontrar en la fuente del Avellano, está
realizada en cerámica de la fábrica San Antonio de Granada, con
decoración en azul. Se colocó en el año 1940, aunque no se
conserva el original y el actual es del año 1991. En ella podemos
leer la siguiente cita:
“En
recuerdo de Angel Ganivet genial escritor granadino fundador de la
Cofradía del Avellano que enalteció en sus obras la belleza de este paisaje”
Por
último y si bien merecen una entrada aparte, no podemos dejar de
mencionar a los antiguos aguadores de Granada, una imagen muy
frecuente hasta mediados del siglo XX, fecha en la que poco a poco
fueron desapareciendo propiciados por el funcionamiento del Servicio
de Aguas Municipales auspiciada por Gallego Burín. Una imagen
pintoresca, con sus burros y vasijas que usaban para la venta
ambulante del agua más rica y pura de la ciudad.
Aguadores en el Avellano. |
Si
bien el agua en Granada era buena, la falta de limpieza de las viejas
conducciones árabes, permitieron la acumulación de detritus y la
propagación de enfermedades diversas. Por eso la población consumía
el agua que los aguadores recogían de las fuentes, algunas tan
nombradas como la del Avellano, de la Teja, del Mono, de la Salud o
del Algivillo.
Bibliografia
usada:
Tradiciones
cuentos y leyendas. Afán de Ribera 1885
Granada,
ciudad del Agua. 2001 I.E.S. Padre Manjón.
El
Agua de Granada y otros ayeres. 1977 Julio Belza y Ruiz de la Fuente.
Diario
de la historia. 2005. Juan Bustos.