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sábado, 6 de marzo de 2021

Leyendas de Granada. El aljibe de la vieja.

 


Hace unos días, un buen amigo me comentó que tenía recopiladas unas trescientas leyendas relativas a Granada. Lo primero que le dije es que se tenía que poner a escribir un libro pero de forma inmediata, aunque él, y por su experiencia personal, me dijo que no pensaba meterse en tan ardua tarea, pues por su forma de ser y su autoexigencia personal, le supondría un esfuerzo sobrenatural.


Ciertamente y a colación de esta pequeña conservación, es cierto que Granada es una ciudad que ha dado a pie a cientos de leyendas, algunas recogidas de forma excepcional, como las que dieron como fruto el libro de “Cuentos de la Alhambra”, magistralmente escrito por Washington Irving, y otras de carácter más autóctono como las de Afán de Ribera, recogidas en varias de sus obras.





Granada es una ciudad de cuento, y una ciudad de leyenda, cuyo origen hay que buscarlo en ese cambio de ciudad musulmana que tras ocho siglos pasó a ser cristiana de la noche al día. Hay que buscarlo en esos tesoros que los musulmanes dejaron enterrados en cada uno de los rincones de esta bella ciudad, hay que buscarlo en una ciudad que fue Visigoda, fue Romana, fue Judía, fue íbera, y sin embargo una ciudad cuyo origen todavía es un misterio.


En este blog hemos expuesto algunas leyendas y nuestro deseo es seguir compartiendo todas aquellas que conozcamos, pero sobre todo que nos permitan visitar el lugar, o el espacio donde tuvieron lugar, para que así nuestro lector, pueda luego acudir esos lugares y recrear los hechos acontecidos.





En esta ocasión cogemos la Leyenda de Afán de Ribera llamada “El Aljibe de la Vieja. Leyenda que en muchos de los paseos que he realizado a lo largo de los años por el Albaicín, ha sido un recurso y un aliciente más, usado por los guías turísticos, historiadores u organizadores de paseos, para complementar la visita.


LA LEYENDA:




                                                    I


-¡Qué miedo anoche, comadre María! Apenas recé las ánimas , di tres vueltas a la llave del portón y tapé las rendijas de las ventanas con los restos de mi último zagalejo. Siquiera pude dormirme pensando si el espanto del Aljibe se introduciría en mi aposento.


Zagalejo



-¡Cómo ha de ser Joaquina! Nuestros pecados llaman a voces el enojo celeste, y estamos abocados a presenciar castigos tremendos. Bien lo dice en sus sermones el padre Benito de San Diego.

-¿Y no dice también el fraile de nuestro convento vecino que no es regular que paguen justos por pecadores? - preguntó con voz estentórea y un poco tomada por el vino , un robusto mancebo con visos de soldado.

-Callaos, hereje; más valiera que acabarais de cepillar vuestro uniforme, que se lleva todas las noches la cal de la ventana de la Dorotea.

-Pues por eso lo digo, santa...mujer. Si no hubiera lenguas maldicientes y ojos que ven visiones, no se escondería apenas mi novia el sol se pone, por miedo a vuestros romances. Pero ya se buscará medio de alentar a las mozas del barrio, y de romper las costillas a fantasmas y sus procuradores.

-Insensato judío- clamaron ambas mujeres- acercándose en ademán de arañarlo.

Y en esto hubiera venido a parar el caso, si los gritos de una porción de muchachos, precursores de la llegada de una anciana, no hubiera interrumpido el poco edificante diálogo.

-¡Qué lo cuente, que lo cuente! La tía Salvadorica lo ha visto- exclamaban las voces infantiles del concurso.

-Diga cuanto sepa, -madre Salvadora, - añadieron las mozuelas que venían sirviéndole de escolta.

Ea pues, voy a complaceros – respondió parándose en medio del ya formado corro; - dejadme me siente en esta piedra , que recuerda mis primeros años, y hagamos la señal de la cruz para que el espíritu maligno no se goce en ver cómo nos espantan los srtiunfos de sus inicuas artimaña.


Aljibe de la vieja



                                                    II


Pero antes digamos al lector dónde ocurre esta escena. Alumbrada por un sol de Mayo, tal como brilla en la poética Granada, la placeta del Mentidero del antiguo Albaicín ostentaba en el año 1640 algunos restos del esplendor de aquel populoso barrio. Oíase el monótono ruido de los telares dónde se tejían las famosas cintas con tanto aprecio recibidas en América, y las festivas coplas de los trabajadores, la vista de las mujeres haciendo sus faenas en los portales de las entreabiertas moradas, y el humo del hogar que en tranquilas espirales se elevaba a las nubes, dando un aspecto de alegría y bienestar al cuadro de aquellos pasados tiempos, cuyo contrate puede formar el curioso que recorra hoy los ya descritos lugares.

Reposó un momento la Salvadora, y notando que la concurrencia estaba pendiente de sus labios, con voz agradable, aunque temblona, dijo así:


                                                    III


- Recordaréis que hace un año que murió la poseedora de aquel huertecillo que da frente a ese pequeño callejón que conduce al escondido aljibe. La pobre María Tomillo no gozaba de la mejor reputación. Sin familia, avarienta y nada devota, todo su afecto lo cifraba en el huerto, cuyos frutales cuidaba con un esmero sin límites, y defendía furiosa de los ataques de toda esa turba que me escucha. Más de una de vuestras frentes conserva recuerdos de los guijarros que os arrojaba, y algún que otro cuerpo no quedó con hueso sano al caer precipitadamente de las tapias que franqueara en mal hora. Sobre todos los árboles, una enorme y copuda higuera gozaba de su mayor predilección. Cada vez que, al madurar el sabroso fruto, las manos profanas de los muchachos del barrio cogían uno de aquellos amarillentos higos, la Tomillo prorrumpía en horribles blasfemias, y su furor no conocía límites. Muchas veces, el señor alcalde del barrio tuvo que apaciguar hondas querellas entre los vecinos, y la época de la madurez de los higos era tan notada como un principio de guerra civil. ¡Y lo que pueden las malas pasiones, queridos míos!- añadió la narradora: - afirman que la María, en un acto de cólera, al saber que Toñuelo, el hijo del sacristán, que marchó de arcabunero a los tercios reales, le había cogido lo más preciado del fruto, ofreció su alma al diablo con tal de que hechizara el árbol, y nadie pudiese saciar en él sus apetitos.


Arcabucero


-¡Qué horror! - exclamaron todos con espanto.

-Pues no paró en eso – continuo la Salvadora- Lucifer debió escuchar las suplicas de la mala hembra, pues desde entonces la higuera, cuya frondosidad aumentaba cubriendo la fresca cisterna, no se vio privada de ninguno de sus retoños, pues si algún rapazuelo cogía el más blando y amarillento higo, lo arrojaba al saborearlo, como si hubiese probado el rejalgar. Y la Tomillo, en vez de enfurecerse como antes, se reía irónicamente e invitaba a los aficionados, que huían presurosos del ya no envidiado festín. Y es más: hasta la sombra de la higuera encantada producía tan malos efectos, que quien se guarecía en ella, adquiría una enfermedad desconocida; y quien la contemplaba, divisaba en su penumbra trasgos y fantasmas que flotaban en confuso remolino.

Se sucedían las estaciones; el fruto se conservaba íntegro, y la dueña, cada vez más fosca y horrible, pasaba horas enteras admirándolo. Murió, como sabéis, hace un año, en aquella noche medrosa en que el viento hizo voltear por sí sólo las campanas de nuestra parroquia; y por más que se le haya querido echar tierra al asunto, el cuerpo de la desventurada María voló al ser conducida al cementerio.


Interior del Aljibe


- Por eso dicen que aparece en el huerto; por eso no se puede asomar ninguna a sus ventanas apenas la noche se apodera de estos contornos – añadió una colorada mozuela, que como una estatua había estando escuchando a la narradora. - A eso voy, Ritilla – replicó aquélla;- y ahora entra lo más grave de este espinoso asunto. Bien os consta que, armada de mi escapulario, no temo a los ángeles caídos, y que mi curiosidad también es de las que necesitan satisfacerse. -Ahí llaman, - interrumpió el soldado, que al principio se manifestara tan incrédulo. La mirada que le arrojó el auditorio fue tan significativa, que calló, y la anciana prosiguió diciendo: - Hace tres noches, me propuse averiguar la verdadera causa de los rugidos y lamentos que se oían sobre el aljibe. Eran las doce; me asomé a la ventana que domina el huerto, y cuando terminaron las últimas campanadas de la Vela, una sombra de mujer, parecida a la Tomillo, brotó, por decirlo así, de la boca de la cisterna, y, columpiándose en el aire, dando agudos chillidos, empezó a dar vueltas, de un modo que mareaba, al rededor de la higuera, que como por encanto se cubría de sazonado fruto. A poco, otras sombras fueron apareciendo; después otras, todas leves, vaporosas con rostro humano, y semejanzas a ya difuntos moradores de este barrio, que, formando círculo con el árbol, alargaban sus brazos a recoger las dadivas de la poseedora de la heredad. Redoblé mi cuidado, y aquellos presentes eran magníficos: unos higos eran de oro, otros de piedras preciosas y los más diminutos con que brindaba a las sombras más pequeñuelas, deberían ser de dulce, según el ansia con que los acogían los más afortunados. Después, cuando todos parecían satisfechos, la sombra primera empezó un monótono canto, y sus compañeras bailaban girando en torno del encantado árbol, primero pausada, luego conuna rapidez desconocida. Y así continuaron su locura hasta los primeros albores de la mañana, en que la sombra de la Tomillo se convirtió de repente en una espantosa lechuza, que, dando un aterrador graznido, se hundió en el aljibe mientras las restantes sombras, transformándose en feos pajarracos de agudo pico, embestían al árbol, que semejaba lanzar hondos gemidos, desapareciendo luego por el mismo sitio que su funesta precursora. Yo cerré la ventana medio muerta de susto, y ahí tenéis explicado el ruido que se escucha por las noches, y las visiones que la que deja la luz encendida contempla a traves de los agujeros de su vivienda, para perder la dulce tranquilidad del sueño. Calló la tía Salvadora; los concurrentes se marcharon medrosos a pesar del sol, y únicamente el aprendiz de soldado guiñó a tres de sus camaradas, y se dirigieron presurosos a la taberna. IV La noche del día en que se verificó la narración al aire libre, como a las once y media de la misma, cuatro bultos se dirigían a la estrecha calleja que desde las Cuestecittas conduce a la placeta del Aljibe. Ni luna ni estrellas se divisaban en la celeste bóveda, pues nubes opacas cubrían el espacio, y ningún ruido turbaba el silencio en aquel medroso contorno. Colocados enfrente de la boca del acueducto los cuatro bultos, que eran Antón el soldado y sus tres camaradas, con paso no muy seguro entornaron la espesa celosía que resguardaba el agujero, poniendo una enorme tranca apoyada en la tierra como para doble seguridad. - Ahora veremos por dónde sale la Tomillo y quién es el guapo que pone en consternación al vecindario – dijo el soldado hablando quedo a sus compañeros; - al menor golpe que sintamos, manos a las espadas, y hagamos el conjunto con tajos y reverses. - Conformes, Antón – contestó el de más edad;- pero fortalezcamos el estómago con una docena de tragos, que es una receta de gran valía contra los espantos. - Pero es señal de poco valor- le dijo otro de los jayanes, que se apoyaba en una descomunal espada. - Ya veremos cuando llegue la ocasión, señor guapo – le contestó el primero, - aunque la noche se pone tan oscura que no se verá el color de tu rostro. - Silencio – replicó Antón ; - pongámonos en esta esquina, que se acerca el momento. Las tinieblas se aumentaban por grados; un tenue rumor empezó a dejarse oir dentro del aljibe; y al extinguirse el eco de una campanada de la iglesia cercana, un golpe duro resonó en la celosía. -¿Qué suena? - se preguntaban temblando los ya acobardados mancebos. ¿No decías, Antón, que era mentira lo que se cuenta, ó nos lías traído a que nos lleven las brujas ? No estaba más tranquilo Antón; y sin responderles nada les ofreció la bota, de la que sorbieron un crecido trago. A los dos minutos, otro golpe más fuerte se hizo oír; apareció una luz pequeña, pero brillante, y una mano de esqueleto se filtró, por decirlo así, por entre los claros de la madera; quitó la tranca, y prolongándose de un modo horrible aquel huesudo brazo, llegó al esquinazo en donde estaban muertos de miedo los cuatro valentones, y les sacudió la más tremenda paliza que se pueda imaginar. Al menos así lo contaban al día siguiente al maese barbero que fue a gobernarles los desperfectos de las espaldas, por más que algunos maliciosos suponían que aquellos cardenales y chichones eran producidos por las caídas que dieron a impulsos del temor y de los vapores del mosto, en la desenfrenada carrera que tuvo por término el empedrado de la Plaza Larga. V Corrieron los tiempos; la Iglesia tomó cartas en el negocio; se exorcizó la finca, que, al pasar a distinto poseedor, cortó y deshizo el arbolado, y se prohibió, bajo pena de excomunión, hablar de aquellos maleficios; pero la Salvadora, con sus gestos, insistía en sus afirmaciones, y la tradición pasó como moneda corriente entre el vulgo, que, al mirar anualmente retoñar la siempre en balde arrancada higuera, decían en voz baja: -Por mucho que trabajen, el alma condenada de María Tomillo estará dando sus encantados frutos hasta la consumación de los siglos. 





                                                         VI


  Nosotros no podemos salir garantes de la verdad de este cuento; pero el incrédulo lector puede subir al sitio indicado, y en una limpia placeta, formada por las tapias de los huertos que la rodean, en el frente principal, descubrirán un fresco receptáculo de clarísima agua, con su medio punto árabe, su losa de piedra de Sierra Elvira, que desde tiempo inmemorial es conocido con el gráfico nombre de Aljibe de la vieja, donde aun hoy mismo las jóvenes despreocupadas van con sus relucientes cántaros a las altas horas de la noche a esperar se presente la sombra que refiere la tradición, repartiendo sus higos de oro.  

 Así termina esta leyenda contada por Antonio Joaquín Afán de Ribera en el libro Tradiciones, leyendas y cuentos granadinos, publicado al menos en la edición consultada en el año 1885. Por el texto leído encontramos varios lugares y topónimos fácilmente identificables, por supuesto el primero y el que da nombre a esta leyenda, el del Aljibe de la Vieja, que aún sigue en pie, con su portada de ladrillo, su arco musulmán y su piedra de Sierra Elvira, la plaza del Mentidero o Plaza Larga, son otros lugares que aún a fecha de hoy conservan idénticos nombres, respecto a la Iglesia mencionada, cabe esperar que se refiera a la de San Luis, por ser la más cercana a estas calles, si bien pudiera referirse a la del Salvador o San Gregorio y no tanto a Santa Isabel de los Abades, pues la pobre y debido a unas riadas fue demolida pasando su feligresía a la de San Luis. 

Antonio Joaquín Afán de Ribera



    Curioso y mención tiene el teñir de la campana de la Torre de la Vela, con la cual, los campesinos y labriegos de Granada regulaban los riegos de la Vega de Granada.

 Afortunadamente esta leyenda más o menos es conocida, incluso he encontrado una representación teatral realizada por el CEPER Almánjayar Cartuja y cuyas fotos podéis ver en el siguiente enlace.



https://blogsaverroes.juntadeandalucia.es/aulasantaamelia/2019/04/30/el-aljibe-de-la-vieja/










    Ya sólo queda que cojáis el callejero del Albayzín, y entrado por la Plaza del Mentidero, busquéis a la Salvadorica sentada en su poyete de piedra, pero si no está, no tenéis más que avanzar unos metros hasta esa pequeña placetilla dónde se encuentra el aljibe, si bien yo siempre he ido por la mañana, o como mucho al atardecer, lo mismo vosotros tenéis la valentía y osadía de acudir cuando las sombras de la noche se hacen dueñas de la calle.   


Placa Afán de Ribera


BIBLIOGRAFÍA:

Joaquín Afán de Ribera: Tradiciones, leyendas y cuentos del Albaicín 1885. El aljibe de la vieja. 

Hernández Martín, Fco Javier. El aljibe de la Vieja.

viernes, 26 de junio de 2020

Sucedió en Granada: Visita de S.M. La Reina Isabel II en Octubre de 1862.

La Familia Real. Fuente Wikipedia. 



A lo largo de los siglos desde que en Enero de 1492 los Reyes Católicos pusieran los pies en la Ciudad de Granada, ante la capitulación del Reino Nazarí con Boabdil a la cabeza, hasta nuestros días con la visita de Felipe VI, han sido muchos y muchas veces las que los monarcas de este país han visitado la ciudad de Granada.

Los Reyes Católicos en la rendición de Granada. Wikipedia. 

Felipe VI y Letizia Ortiz en la Alhambra. Diario ABC. 


En el siguiente artículo nos vamos a centrar en la visita que hizo en Otoño del año 1862 la Reina Isabel II, y comentar los aspectos más importantes de esos gloriosos días, en los que la ciudad vivió por y para la Reina.

El viaje lo realizó la Reina Isabel II, junto con consorte Francisco de Asís y acompañados del príncipe Alfonso de cinco años de edad y de la Infanta Isabel (La Chata).

Príncipe Alfonso XII

Francisco consorte de la Reina. 


Entre Septiembre y Octubre de ese año se realizaría el viaje por Andalucía, la idea de O´Donnell es que la reina fuera reconocida por su pueblo, se dice que también viajaba el amante de la Reina de apellido Morfori. También y por deseo expreso de la Reina viajaba el fotógrafo Charles Clifford, gracias a él, se conservan decenas de fotos de este viaje, y de los lugares visitados. La Alhambra se abrió expresamente para él.

La Alhambra vista por Charles Clifford. 


En Granada se adecuó lo que es el actual Ayuntamiento de Granada, antiguo Convento de Carmelitas Calzados para el alojamiento de la Reina.

Pabellón a la entrada de la Provincia de Granada. Crónica del viaje
de sus majestades y altezas reales. Francisco Javier Cobos y Eduardo
de los Reyes. 


Nuestra historia arranca el 9 de Octubre de 1862 en la Venta de San Rafael, también conocida como Venta de Barajas, situada ya en la Provincia de Granada, después de que tras kilómetros de andadura la Reina llegue a este lugar. En una gran llanura hay una tienda, dónde esperan millares de labriegos y las más ilustres autoridades granadinas. La tienda está decorada con suntuosidad, cubierta de alfombras, con bellos espejos y obras de arte con los más ilustres granadinos de la historia. Reciben en tan lujoso edificio a la Reina Isabel el Gobernador de la Provincia Sr. Méndez Vigo y varios Diputados Provinciales. Tras un ligero descanso la Reina prosigue su camino y atraviesa numerosos arcos realizados por los labradores en homenaje a la Reina: Campotéjar, Iznalloz, Albolote, Peligros, Pulianas, Maracena, así hasta llegar a las arboledas del Chaparral desde donde se divisan Sierra Elvira, Sierra Nevada y la ciudad de Granada. La comitiva sigue su paso, poco a poco va entrando en la ciudad, en la Torre de la Vela ondea el pendón de Castilla, así hasta llegar a las Eras de Cristo, son nuevamente recibidos por las autoridades granadinas, la reina descansa brevemente y en un nuevo carruaje se dirige a la Catedral de Granada, son las tres de la tarde.

Tienda en Eras de Cristo. Crónica del viaje
de sus majestades y altezas reales. Francisco Javier Cobos y Eduardo
de los Reyes. 


La comitiva atravesó el Triunfo y por Plaza Bib Rambla dónde se habían levantado uno de los grandes arcos en honor a la reina, llega a la Catedral de Granada, donde le recibe el Arzobispo y el Cabildo de la ciudad. Salva de cañones, la multitud gritando, y las campanas de la ciudad tañendo sus campanas sin descanso. Tras el oportuno Te Deum, se trasladaron al Ayuntamiento en la Plaza del Carmen, allí nuevo saludo a corporaciones locales entre ellas la Real Maestranza de Caballería y saludo desde el balcón a los granadinos. Desfile de Tropas y por la noche las bandas de los regimientos Córdoba y América ofrecieron una serenata.

Isabel II. 


La ciudad estaba completamente engalanada para este acontecimiento, edificios y calles lucían iluminados con un exquisito gusto, Carrera del Genil, del Darro, la calle de los Reyes Católicos, el Casino, la Casa de Calderón, la Audiencia, Zacatín, Jardín Botánico, Cuartel de la Merced, Colegio de San Bartolomé y en especial la casa de Ágrela dónde el señor Salamanca había puesto unas luces eléctricas que proyectaban sobre la ciudad una tenue luz. Tres periódicos había en la ciudad en esos días, La Alhambra, El Mensajero y el Porvenir.

La ciudad era una auténtica algarabía, con luz eléctrica y miles de personas en las calles, destacaban los arcos levantados en Granada; el Histórico levantado por Diputación a la entrada de Reyes Católicos, el árabe en Bib-Rambla y un templete gótico.

10 de Octubre de 1862

Amanece en Granada y la prensa local se hace eco de la visita, en el diario “El Porvenir”, destaca un artículo de Francisco Javier Cobos. Sobre las diez de la mañana una comparsa de gitanos baila delante del Palacio, bailes de la Andalucía Baja y de la Alpujarra.

Isabel II . Luis de Madrazo y Kunt. 


Más tarde en la Universidad de Granada se le ofrece a la reina una corona de Oro fabricada con este preciado metal extraído del Río Darro, el recto Pablo González López Huébra fue el encargado de tal honor. A las doce la reina nuevamente se trasladó a la Catedral dónde siguiendo la tradición de sus ancestros ofreció un cáliz con treinta y dos monedas de oro y unas vinajeras de plata con incrustaciones de piedras preciosas. Desde la Catedral, la reina y los Príncipes pasaron a la Capilla Real, dónde se encuentran los féretros de los Reyes Católicos y que estaban cubiertos por los pendones usados en la reconquista, y sobre ellos el misal de la Reina Isabel la Católica su corona y cetro, así como la espada de su esposo. Isabel II besando aquellas reliquias exclamó “Objetos tan gloriosos deben venerarse mucho”. Estuvo también la comitiva en la Iglesia del Sagrario dónde descansa el cuerpo del Hernán Pérez del Pulgar.

Cánovas del Castillo. 


A las tres de la tarde tuvo lugar el besamanos general, al que acudieron las más respetadas damas de la sociedad granadina, junto con los más notables personas de los poderes sociales, judiciales, eclesiásticos y militares de Granada. El Señor Cánovas del Castillo acudió desde Madrid, el Gobernador actuó en nombre de todos los Alcaldes de la Ciudad, y la Reina recibió ejemplares de los diarios de ese día , así como una reseña de los más importantes monumentos de la ciudad.

Por la tarde la reina Isabel visitó la Virgen de las Angustias patrona de Granada, nuevamente la ciudad se volcó con el emotivo momento con muestras de alegría y multitud de granadinos ante la Basílica. Por la noche la ciudad volvió a iluminarse nuevamente y en esta ocasión destacaba especialmente la Alhambra donde se iba a dar un baile ofrecido por la Real Maestranza.

Patio de los Arrayanes. Crónica del viaje
de sus majestades y altezas reales. Francisco Javier Cobos y Eduardo
de los Reyes. 


El acceso a la Alhambra se hizo atravesando Plaza Nueva y la Cuesta de Gomérez, hasta la Puerta de las Granadas, dónde cientos de farolillos iluminaban todo el recorrido, todo era mágico incluso el Palacio de Carlos V, igualmente iluminado para la ocasión. Ya en la Plaza de los Aljibes el Teniente Mayor de la Maestranza de Granada Marqués de Cadimo recibió a la reina, se escuchó el himno Nacional , de ahí se pasaron a los patios de Arrayanes y a Comares, lugar dónde tuvo lugar el baile. La música estaba dirigida por el Sr. Palancar. Toda la Alhambra estaba reluciente como si estuviéramos en el mejor de los días del reino Nazarí, en la Sala de las dos Hermanas se colocó el Buffet para los Reyes, a la fiesta acudieron los embajadores de Roma, Inglaterra y Austria o ilustres como Cánovas del Castillo, Ros de Olano o Narváez y Sartorius.

O´Donnell. 


El suelo de Comares está cubierto por una gran alfombra blanca con arabescas filigranas, desde el salón unas vistas impresionantes al barrio del Albayzín y el Sacromonte hacen las delicias de los presentes, todo ellos iluminado por cientos de lucecillas. Las crónicas del día nos cuentan que los Reyes fueron a almorzar a las una de la madrugada y que se retiraron a las tres y cuarto. Ese mismo día la Reina Isabel II expidió un Real Decreto en favor de la conservación de la Alhambra como una de las grandes glorias artísticas del pueblo español. Esto se debe principalmente a que pese a toda la suntuosidad y el gasto y lujo empleados en la fiesta, la Alhambra ya presentaba a simple vista un lamentable y penoso estado de conservación.

Interior de la Alhambra. Charles Clifford. 


11 de Octubre de 1862

Tras la gran fiesta de la noche anterior no tuvieron mucho que madrugar toda la comitiva real, pues las crónicas poco más o menos que nos sitúan a las dos de la tarde, cuando en el claustro del Convento de Santo Domingo acude la reina a una exposición impulsada por el Sr. Méndez Vigo, sobre las artes, agricultura e industria de la Provincia de Granada. En dicha exposición se exhibieron 126 obras de pintura, 58 expositores de escultura y arquitectura, 74 títulos en el ámbito industrial y mil clases u objetos relacionados con la Agricultura.

Destacaron los trabajos de los Sres Contreras y Perez y entre los productos ya destacaba el jamón de Trevélez, caña de azúcar, o diferentes tipos de lanas según la especie de oveja. Posteriormente en el salón de actos se procedió a la entrega de premios y medallas.


Vagón en el que se hizo el viaje. 


Por la tarde tocaba visitar la pequeña localidad de La Zubia, donde la Reina Isabel la Católica protagonizó una de las grandes anécdotas de la historia de la reconquista y de la que ya hemos hablado en este blog bajo el título del Laurel de la Reina. Si bien la visita estaba prevista hacia las doce del mediodía, no fué hasta las cinco de la tarde que no llegó la comitiva a la localidad. Los Reyes llegaron escoltados por el capitán general, segundo cabo y todo su Estado Mayor, allí los recibió el alcalde D. Felipe Marín Ortíz, a la reina le acompañaban algunos ministros de la corona, junto con altos cargos de la casa real, senadores, diputados, y un largo etcétera de personalidades, llegando todos al gran arco de cáñamo que se encontraba en la embocadura que forma la esquina de la Huerta del Laurel de la Reina.

Arco de Cáñamo en La Zubia. Charles Clifford. 


Al entrar la comitiva tal y como había ido ocurriendo en las dos anteriores jornadas en Granada, el pueblo enloqueció de alegría, entre seis mil y diez mil personas según las crónicas estuvieron presentes, no sólo de La Zubia sino del resto de localidades y cortijos de los alrededores e incluso de la propia capital.

En primer lugar se dirigieron a la antigua iglesia de San Luis el real, donde fueron recibidos por el arzobispo de la diócesis, y de ahí tras una breve oración pasaron a contemplar el famoso laurel de la leyenda. La reina arranco una hoja que ofreció al general O'Donnel, posteriormente pasaron al templete mirador desde donde observaron las majestuosas vistas que hay de Granada y de la vega. A la reina se lo obsequió con varios presentes entre ellos una bella litografía que representa a Isabel la Católica de rodillas y San Luis y la Virgen tal y como la que podemos ver en el frontal del altar de la Iglesia de San Luis. Allí mismo se ofreció un tentempié y la comitiva emprendió el regreso a Granada.

Dato curioso es que la Huerta y el convento de San Luis, eran de propiedad real, pues meses antes había salido a subasta y comprados mediante un representante por la Reina. Obviamente antes de ser planificado el viaje el Ayuntamiento de La Zubia invitó a la reina a que visitase el lugar, no se sabe muy bien ni cómo se encajó a la localidad de La Zubia en la apretada agenda, se supone que se debe a personas afines a la reina y arraigadas en nuestra tierra desde el Onubense D. Miguel Tenorio Castillas secretario de la Reina, el anterior presidente del Consejo de Ministros, Ramón María de Narváez y Campos, Lojeño de nacimiento, o personajes como el arzobispo D. José Salvador de Reyes y García de Lara que era oriundo de la Zubia. Igualmente el hermano del alcalde de La Zubia D. Joaquín Marín, había sido miembro del Congreso de los Diputados.

Afán de Rivera. 


Por la noche la reina asistió al Teatro donde se recitaron unas composiciones de Afán de Rivera y Francisco Manzano y Oliver para luego representar la obra “El triunfo del Ave María”.

12 de Octubre de 1862

Por la mañana los Reyes visitaron nuevamente y con más detenimiento la Catedral y la Capilla Real, para posteriormente desplazarse hasta el palacio de la Audiencia, dónde se colocó en uno de sus muros una placa conmemorativa.

Real Chancillería. Patronato de la Alhambra. 


A continuación volvieron a la Alhambra y recorrieron con más tranquilidad sus palacios y dependencias, desde la Torre de la Vela disfrutaron de las hermosas vistas de la ciudad. La visita se desplazó hasta la Quinta de los Mártires del Sr. Calderón uno de los cármenes más suntuosos y con mejores vistas de la ciudad, para seguir en el famoso barrio del Sacromonte y su Abadía en dónde se adentraron en las cuevas famosas por ser lugar de martirio del patrón de la ciudad San Cecilio.

Templete en el Triunfo para ver los fuegos artificiales. Crónica del viaje
de sus majestades y altezas reales. Francisco Javier Cobos y Eduardo
de los Reyes. 


Por la noche la Diputación obsequió a los Monarcas con un espectáculo pirotécnico en los Jardines del Triunfo.

Carmen de los Mártires del Sr. Calderón. Patronato de la Alhambra


13 de Octubre de 1862.

Este día comenzó con la visita a la Universidad de Granada y su Biblioteca para continuar con dos grandes joyas monumentales granadinas, por un lado visitaron la Cartuja de Granada, y luego el Monasterio de San Jerónimo que entre otros destacaba por contener los restos del Gran Capitán.

Arco Triunfal en Trinidad. Patronato de la Alhambra. 

Arco en Bib-Rambla. Crónica del viaje
de sus majestades y altezas reales. Francisco Javier Cobos y Eduardo
de los Reyes. 

Arco en Reyes Católicos. Clifford. 


Ya por la noche volvieron a disfrutar de otro espectáculo pirotécnico en el Triunfo, aunque en esta ocasión con diferente colocación y orientación del pabellón creado a tal efecto, y que tenía hasta cristales por si la climatología venía con lluvia, además de tener un espacio para el buffet.

No terminaría la jornada sin antes y sobre la diez de la noche acudir los Reyes al teatro para ver al gran maestro Ronconi.

14 de Octubre de 1862

Finalmente llegó el día de la partida, fueron unos días muy intensos y muy fugaces en los que pese a recorrer gran parte de la ciudad otros tantos lugares se quedaron sin ver. La ciudad se volcó con la real visita, en esos días se realizaron obras de caridad, se repartieron panes entre los pobres, se dió mejor rancho a los presos, limosnas para los que tuvieran hijos el día 9 de ese mes, se hicieron vestidos para niños pobres y muchas más autoridades contribuyeron con el reparto de miles de panes.

Uno de los diarios de época. 


Sobre las diez y media de la mañana partió la comitiva camino de Málaga, Un carruaje los llevó hasta San Lázaro dónde esperaba la diligencia, salva de cañones para la despedida sonaron en la ciudad. Si bien se abandonaba la ciudad de Granada no aún la Provincia pues varias paradas esperaban aún.

Sobre las una del mediodía se llegó a la ciudad de Santa Fe, dónde nuevamente esperaba el pueblo entero, y dónde se dirigieron a la Iglesia para un “Te deum”. Siguió la marcha y se siguieron atravesando más arcos de Triunfo, en Chauchina, Láchar, Huétor Tájar y dejando atrás el Soto de Roma. Se llegó a Loja dónde se levantó una tienda en las afueras de la villa y a la que acudieron cientos de labradores a dar la bienvenida.

De ahí y en carreta los Reyes fueron a la ciudad, nuevamente otro gran aco dió la Bienvenida y se encaminaron a l Iglesia para otro “Te deum”. Los Reyes se alojaron en Loja en la casa del Conde de Cañada. Esa tarde en Loja hubo fuegos artificiales y música, además el pueblo vivía una algarabía como la vivida por todos aquellos lugares por los que había pasado la comitiva.

15 de Octubre de 1862

Por la mañana se visitó el Convento de Santa Clara y salieron de la ciudad por otro gran arco triunfal levantado a tal efecto. Por último y ya en los límites de las Provincias de Granada y Málaga un nuevo arco levantado con musgo y flores daba la bienvenida a la Reina a la Provincia de Málaga y servía como despedida de ese excepcional y majestuoso viaje a la Provincia y ciudad de Granada.

Arco en los límites de las Provincias de Málaga y Granada. 


Esta visita quizás fue la primera documentada al dedillo, y todo ello debido a varios factores, en primer lugar en la ciudad de Granada tal y como hemos comentado había tres diarios “El Mensajero”, “La Alhambra” y “El Porvenir”, que siguieron al detalle la visita de SM La Reina, en segundo lugar hay fotografías de esos días en la ciudad de Granada gracias al gran fotógrafo Clifford, pero es que además de todo esto salieron a la luz tres crónicas detalladas del viaje de la Reina a Andalucía, crónicas en las que se detallan con gran detalle todos los hechos, los nombres de los partícipes, y hasta se incluyen las poesías, sonetas y demás escritos dedicados a la Reina. Tenemos láminas algunas de las cuales hemos incluido en esta entrada de gran realismo, tal y como vemos cuando hemos comparado una lámina con la fotografía original.

Crónica de la visita. 

Crónica de la visita. 


Resumiendo una gran visita de una Reina a esta ciudad en otra época y en otros momentos históricos que hicieron que Granada durante unos días fuera el centro de España, y que la población se sintiera más cercana a la Monarquía, que al fin y al cabo era parte del objetivo de dicha gira.

Medalla conmemorativa. 

Medalla Conmemorativa. 


Espero que hayáis disfrutado y si tenéis algo que contar los comentarios están habilitados.

BIBLIOGRAFÍA:

Crónica del viaje de Sus Majestades y Altezas Reales por Granada y Provincia en 1862. REYES Eduardo de y COBOS, Francisco Javier.

Crónica del viaje de Sus majestades y Altezas Reales a Andalucía y Murcia en septiembre y octubre de 1862. COS- CAYON, Fernando 1863.

La visita de Isabel II a la Zubia en 1862. MARTIN QUIRANTES, Alberto Cuadernos de Historia de la Zubia nº1. 2018.

Isabel II en la Alhambra. 

Isabel II. Wikipedia. 


miércoles, 6 de mayo de 2020

Personajes granadinos: Antonio Joaquín Afán de Ribera y González de Arévalo.

Afán de Ribera. Fuente Wikipedia. 



Antonio Joaquín Afán de Ribera y González de Arévalo nace en Granada el día 7 de Febrero de 1834, hijo de D. Antonio Francisco Afán de Ribera y Entrala, y de Dña María Encarnación González Arévalo.

Nacido en una familia burguesa, realizó estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Granada.

Abogado, dramaturgo, poeta, escritor y periodista, si bien su carrera no fué más allá de la provincia de Granada, fue un popular personaje granadino donde ejerció gran parte de su vida como Juez municipal en el Juzgado del Campillo. Otra de los cargos que ostentó a lo largo de su vida fue el de comandante del cuerpo de Zapadores y Bomberos de Granada, teniendo un papel fundamental en el célebre incendio de la Alhambra ocurrido en el año 1890.

Incendio de la Alhambra. 



No obstante si por algo es conocido hoy es por su creación literaria y en especial todo lo concerniente a la ciudad de Granada, destacando sus obras de tradiciones y leyendas.

Fuente del Avellano. 


Colaboró en la revista La Alhambra dirigida por Paula de Valladar, miembro de la Cofradía del Avellano en la que era conocido con el sobrenombre de “Gaudente el Viejo”, y cuyo personaje quedó retratado en la novela “los trabajos del infatigable creador Pío Cid”, diferenciándose de Melchor Almagro que era “Gaudente el Joven” y fundador de la Academia del Carmen de las tres estrellas, una tertulia literaria que se reunía precisamente en su casa sita en este Carmen albaicinero los Domingos por la tarde de Primavera, Verano y Otoño que duró más de un cuarto de siglo y a la que acudían entre otros Nicolás María López, Francisco Seco de Lucena, Ángel del Arco, Gabriel Ruiz de Almodovar o Rafael Gago Palomo.


Placa en el carmen de las tres estrellas. 

Carmen de las tres estrellas. 


Tuvo también pequeñas colaboraciones en diarios como El Defensor de Granada, El Álbum granadino o Gente Vieja, aunque sus orígenes lo fueron en la revista satírica “La Catalineta” en 1854.

Revista Alhambra. 


A lo largo de su vida recibió numerosas condecoraciones a destacar la Gran Cruz de Isabel la Católica, y fue comendador de la Orden de Carlos III y caballero de la orden de Jerusalén.

Políticamente fue carlista durante el sexenio revolucionario, y formó parte de la Junta carlista en Granada y dirigió el primer diario carlista de Granada “La Esperanza del Pueblo”.

Obra Cosas de Granada. 


Escribió gran número de obras dramáticas bajo el pseudónimo de Juan Soldado, entre ellas las más destacadas Corte y cortijo, Antiguos y modernos o Tres damas para un galán, zarzuelas como La pensionista, o Farinelli pero donde realmente destacó fué en su colección de tradiciones y leyendas granadinas, ahí podemos destacar las siguientes obras:

Fiestas populares de Granada (1885), Las noches del Albayzín (1885), Los días del Albayzín (1886), y Cosas de Granada: leyendas y cuadros de antiguas y modernas costumbres.

Obra Leyendas del Albayzín. 

Obra entre  Beiro y Dauro

Falleció el 5 de Septiembre de 1906

Esquela en el Defensor de Granada del 6 de Septiembre de 1906


BIBLIOGRAFÍA:

El Laberinto.
La estrella de la esperanza.
Glorias de Granada.
El liceo en escena.
El bufón de Don Juan II.
Corte y cortijo.
El pensionista.
Farinelli (zarzuela).
Tres damas para un galán.
El alcalde vinagre.
Virtud al uso y mística a la moda.
El nuevo fígaro.
Antiguos y modernos.
Aurora.
Las noches del Albayzín.
Los días del Albayzín.
Cosas de Granada.
Del Veleta a Sierra Nevada.
Antiguas costumbres granadinas.
Entre Beiro y Dauro.
Fiestas populares de Granada.

Placa conmemorativa en la casa donde nació y murió en Granada.
Calle Afán de Ribera.