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jueves, 5 de agosto de 2021

Leyendas de Granada: La laguna de Vacares.

 


Sierra Nevada tiene en su territorio una gran variedad de lagunas y lagunillos, algunas de ellas muy conocidas como la laguna de las Yeguas, otros algo escondidos y difíciles de acceder como el lagunillo misterioso, pero también hay lagunas llenas de leyendas e historias, y sin duda alguna la laguna de Vacares es su mejor referente, se encuentra bajo el Puntal de Vacares en una de las zonas de la Sierra menos transitadas, de hecho se queda lejos de la estación de esquí de Pradollano y del eje Veleta-Mulhacén tan transitado por excursionistas y montañeros. Está a una altura de 2869 metros es una laguna de origen glacial con una gran profundidad, lo que ya de hecho le da un aspecto siniestro, no cuenta con salida de agua como otras lagunas de Sierra Nevada.


Históricamente las gentes de Sierra Nevada han dicho de esta laguna que es un ojo de Mar que comunica con el Mediterráneo, que encierra un filón de oro en sus profundidades, que encierra un palacio moro, o que da albergue a un pájaro blanco que anuncia la muerte entre otros. Estas leyendas han sido recogidas por varios autores como Fidel Fernández o Titos Martínez, y a continuación vamos a reproducir algunas de ellas.





Leyenda del “Pájaro blanco de Vacares”.


Hace ya muchos años que tres cazadores de cabras monteses que seguían los rastros de una res se perdieron en los laberintos de la Sierra, y se encontraron, ya bien entrada la noche, en los precipicios que rodean a la Laguna de Vacares, de donde era imposible salir sin luz del día. Buscaron, pues, una oquedad en la que guarecerse, y se prepararon a dormir al abrigo del refugio improvisado, quemando algunas ramas de sabina para calentarse.

Era una noche tenebrosa. El cielo estaba cubierto de nubes, y temiendo el ataque de los lobos, acordaron que uno de los cazadores vigilara junto al fuego, mientras los otros dos se envolvían en mantas, con la carabina al alcance de la mano.

Buen rato llevaba de centinela el cazador a quien correspondía el primer tercio de la guardia, cuando observó una lucecilla brillante y azulada, que como estrella fugitiva giraba junto a él. Arrojó, alarmado, un haz de leña sobre los rescoldos de la hoguera, y al lograr un vivo resplandor que disipó la oscuridad pudo apreciar que la luz que tanto había llamado su atención brillaba entre los ojos de un pájaro blanco, que le miraba fijamente.

Requirió el cazador la carabina, y apuntando con cuidado, hizo fuego. La detonación retumbó de roca en roca como un trueno formidable; se apagó de repente la blanca lucecita, y del lugar donde el ave posaba sus plantas, surgió una hermosísima mujer vestida de blanco, que lo miraba sonriente, llamándolo con palabras de amor.

Cuando al amanecer despertaron los otros dos cazadores, hallaron junto a las cenizas de la hoguera el rifle disparado de su compañero, y a pesar de registrar los alrededores con cuidado, no lo pudieron encontrar entre las rocas que se acumulan en Vacares, por lo cual dedicaron el día a recorrer uno por uno los recovecos cercanos de la Sierra, volviendo cerca del ocaso a refugiarse en la misma guarida que les cobijó la noche anterior.

Se acostó bajo la roca el más joven de los dos, y comenzó el mayor la vigilancia, paseando, arma al brazo, junto a la hoguera chispeante. Un ruido extraño le hizo fijar la atención en una hermosa ave blanca, que en círculos espaciosos y pausados se cernía sobre él. En la frente de aquel pájaro brillaba un magnífico diamante, que despedía destellos azulados. El cazador quedó absorto. El ave se detuvo de pronto, inmóvil sobre una roca, tapándose con un penacho de plumas la luz que fulgía en medio de su frente, y dando lugar a que el montañés, repuesto de la impresión, apuntase con la escopeta e hiciera fuego sobre el pájaro, que se transformó en una mujer admirable, ante la que cayó fascinado, de rodillas, el cazador de monteses.

Cuando a la mañana siguiente despertó su compañero, se encontró solo, absolutamente solo, en la orilla de la laguna de Vacares. Poseía el valor nativo de los montañeses y no le arredró la soledad. Decidido a desentrañar el secreto de aquellas misteriosas desapariciones, se preparó a pasar la noche vigilante en la misma gruta que les había servido de pasajero refugio. Encendió lumbre, puso a mano la escopeta y se recostó sobre la roca, dispuesto a pasar la noche en vela.

De pronto, brilló una cosa blanca al otro lado del fuego; lo blanco tomó forma de ave que se transformó en una mujer muy hermosa. Ligera como el viento, y antes de que el cazador hubiera podido incorporarse, estaba a su lado la bella aparición, y tocándole con un dedo entre los ojos, lo sumió en un profundo letargo.

La ondina, mirando fijamente al cazador, fue presa de un estremecimiento y, cuando quiso arrastrar al joven hacia la laguna, notó una sensación extraña que nunca había experimentado. ¡Qué bello es!, se dijo. Quedó unos instantes en silencio, reflejando en su rostro huellas de una profunda emoción; pudo, al fin, dominar la perfidia de sus instintos destructores, y se fue inclinando poco a poco hasta poner sus labios en la frente del cazador, donde depositó un beso de pasión. ¡Este no! –murmuró sonriendo– ¡Tan joven! ¡Tan bello! ¡Perezcan otros por él! ¡Este será mi amante, y yo seré su esclava, si me concede su amor!

La bella aparición recobró la forma alada, y colocando sobre su lomo al dormido cazador, se lanzó a la laguna, atravesó sus ondas, y pronto estuvo con su preciosa carga en la gruta misteriosa que le servía de guarida.

Cuando el cazador abrió los ojos en un palacio de cristal, iluminado por diáfana claridad, tenía a sus pies, rendida y sonriente, a la misteriosa dama blanca que solicitaba sus amores.

Aquella gruta resultó para el joven cazador un paraíso en miniatura. Los días pasaban sin sentir. El pájaro blanco, siempre a los pies del mancebo, dejó de presentarse sobre la tierra, y sólo vivía para el galán afortunado. Mucho tiempo transcurrió sin que iluminara con su luz fosforescente las sombrías laderas de la laguna de Vacares.

Un día, sin embargo, despertaron sus apetitos carniceros y abandonó por unas horas al mancebo, para volver a sus acechaderos de la Sierra. Curioso, el cazador se entretuvo en recorrer las galerías del dorado calabozo, en una de las cuales, y entre restos de pastores devorados por la ondina, reconoció los de sus compañeros.

Se apoderó de él un terror profundo, y el recuerdo de sus padres le trajo el deseo ardiente de salir de allí. Pero no le era fácil conseguirlo, ni hubiera podido 1ograrlo si, guardando un profundo disimulo, no hubiera sugerido una noche a su guardiana la idea de que lo sacara, siquiera por unas horas, a pasear sobre la superficie de la tierra.

Extendió la bella ondina, convertida en ave blanca, las dos alas por el aire; y a caballo sobre ellas el amante, remontaron hasta una roca erguida en medio de un valle solitario. Sacó entonces el cazador un pequeño crucifijo que su madre le había colocado sobre el pecho al despedirlo para su excursión a la Sierra, y lo puso ante los ojos de la ondina, protegiéndose la cara con la efigie del Redentor.

Verla, y lanzar el pájaro blanco un lúgubre graznido, fueron hechos simultáneos; quiso avanzar sobre el mancebo, pero se halló sujeta por una fuerza sobrenatural y misteriosa, y airada y rugiendo, se fue alejando poco a poco, hasta que se perdió en las tinieblas de la noche. Varios pastores la han oído de noche llamando a gritos al cazador de la montaña.

No hay noticias desde entonces de que un solo mortal se haya librado de las garras del pájaro-mujer. Cuantos han recibido su visita en las alturas de la Sierra, han sido implacablemente atraídos hasta los bordes de la laguna, y arrastrados bajo sus aguas tenebrosas. La ondina no ha vuelto a sentir amor ni compasión. Cuantos han tenido la desgracia de verla, han hallado la muerte al mismo tiempo. ¡Ay de quien la encuentre en las soledades de la Sierra.





Otra de las leyendas de esta laguna de Vacares es la siguiente:


Yace la Laguna, que califican de traicionera, y a la que nunca acercan sus ganados los pastores de la Sierra, en el fondo de una profunda sima, que le da aspecto terrorífico en medio de aquellas soledades, rarísima vez pisadas por la planta humana, y casi siempre coronadas por un turbante de nubes.

   En tiempo de los moros, hubo en las alturas de Sierra Nevada un espléndido palacio, rodeado de bellísimo jardín. Eran de mármol y de serpentina las solerías, y de estucos y alicatados, como los bellos aposentos de la Alhambra, las paredes. Espesas arboledas se prolongaban hasta un lejano cerco de montañas, manteniendo el palacio aislado y oculto de la curiosidad de los mortales.

   Allí vivía una bellísima princesa, cuyo padre, el Rey moro de Granada, la sometió recién nacida al estudio de los sabios, mandándoles descifrar el Destino de la niña en el libro de los astros. El horóscopo anunció que la princesa moriría al conocer el Amor, y el Rey, queriendo oponerse a la fatal sentencia, fabricó el palacio en el sitio más inaccesible de la Sierra, mandando que nadie se acercase a aquel lugar, donde la encerró bajo la vigilancia de una mujer de confianza: la discreta Kadiga, de los cuentos alhambreños.

   Pasaron los años, y la niña llegó a hacerse mujer, sin conocer más mundo que el que se contenía en aquel marco de montañas, ni más personas que las esclavas encargadas de su servicio. Un tenebroso subterráneo, cuya entrada era un misterio para todos, permitía al Rey visitar de vez en cuando aquel paraje inaccesible, y ver desde lejos a su hija, cuando oculto entre las espesuras la miraba pasar por los laberintos del jardín.

   Se hallaba un día Cobayda (que así se llamaba la princesa) recreándose en los bosques que limitaban el recinto de la morada, cuando apareció entre los árboles un arrogante caballero, que se había perdido en la montaña y vagaba de valle en valle sin encontrar el camino que la condujera a la ciudad.

    La princesa, que nunca había visto más que en sueños una figura varonil, sintió intensa emoción ante aquel joven tan apuesto. El doncel, por su parte también se enamoró, y desde entonces, y aprovechándose de la confiada seguridad en que vivían Kadiga y sus esclavas, salía todas las noches la princesa para encontrar al joven vestido de azul, junto a las frondosas alamedas del jardín.

     El carácter antes triste y melancólico de Cobayda, se tornó alegre y animado. Esto despertó las sospechas de Kadiga, y puesta en vigilante acecho confirmó sus temores, sorprendiendo a la enamorada pareja.

  Montó en cólera el Sultán al conocer la noticia, y la comprobó por sí mismo, escuchando las palabras de amor que el hermoso joven deslizaba junto al oído de la enamorada doncella.

   Ciego de ira el Rey moro se lanzó furioso contra la feliz pareja. Un relámpago brilló cuando el Sultán desenvainó su alfanje damasquino, y la cabeza del doncel rodó largo trecho por el suelo, hasta quedarse convertida en una piedra negruzca que aún puede reconocerse fácilmente.

   La princesa, asustada por aquella terrible aparición, quedó convertida en hielo, y de sus ojos brotaron tantas lágrimas que bastaron para llenar el valle y convertirlo en un lago salado (La Laguna de Vacares), que cubrió el palacio, el valle y el jardín. El Rey, aterrado por la desesperación de aquella hija predilecta, quiso huir, pero no pudo: se había convertido en una enorme roca, que sigue enhiesta junto a la  Laguna, y gime y brama cuando en las noches de furioso temporal la recorren el remordimiento y el dolor.




BIBLIOGRAFIA:


FERNÁNDEZ, Fidel (1931) Sierra Nevada.

TITOS MARTINEZ, Manuel (1992). Leyendas de Sierra Nevada.

FERNANDEZ MARTINEZ. F y FERNÁNDEZ RUBIO,F. Sierra Nevada.


lunes, 21 de junio de 2021

Geoda de yeso de Albuñol. Minas de Fabiola y Balduino.

 

Geoda de yeso. 

En Albuñol, hay una zona con varias minas abandonadas en cuyo interior de una de ellas encontramos un verdadero y auténtico tesoro. La Geoda de Yeso de Albuñol, no tiene la envergadura ni importancia de la recién abierta mina y geoda de Pulpí (Almería), vamos no hay ni punto de comparación, pero la emoción de entrar en una mina abandonada y descubrir lo que encierra es un lujo que no siempre va a estar a nuestro alcance.


Junto a formaciones de yeso.

Detalle

Detalle. 


Dicho lo cual, advertir que en efecto tanto la mina como todo el entorno en principio y a finales del año 2020 cuando yo estuve está en total estado de abandono, lo cual no implica dos cosas, en primer lugar que tenga dueño legítimo y que en cualquier momento adopte medidas de restricción al paso de personas. Y en segundo lugar que el adentrarse en una mina abandonada conlleva un riesgo del que cada cual se debe de hacer responsable. Para nada y desde este blog nos hacemos responsables de lo que cada uno haga, nuestra intención con esta entrada es que veáis las maravillas que encierra las entrañas de nuestra tierra y poco más, lo que cada uno haga a partir de aquí es responsabilidad suya.


Galería principal. 

Galería y restos de travesaños. 

Galerías laterales y peligrosas. 

Estrechamientos y zona de minerales. 



Las minas se les conoce con el nombre de Balduino y Fabiola y se llega partiendo casi desde el mismo pueblo de Albuñol, justo en el punto dónde empieza la ruta de las Angosturas, en este punto nosotros cogeremos el camino señalizado como de las minas y subiremos un sendero que nos llevará directamente y sin pérdida hasta la zona minera, dónde nada más llegar veremos las diferentes galerías y edificios abandonados que hay. El nombre de Balduino y Fabiola claramente hace alusión a los reyes de Bélgica que tienen propiedades en Motril y que seguramente se desplazarían hasta estos lugares practicando la caza.


Albuñol. 


La zona por extensión de toda la Sierra de Lujar se lleva explotando desde los siglos VII y VI a.c, aunque fue a finales del XIX y principios del XX, cuando se vivió un gran revolución industrial con cientos de explotaciones mineras de diferente índole por toda la Provincia. Todavía en Orgiva siguen en pie explotaciones mineras que extraen flúor y hay proyectos de rehabilitar estas minas.


Las Angosturas. 



La otra ruta la de las Angosturas, nos lleva por un bello camino a través de la rambla seca del río, pasando justo por debajo de la famosa cueva de los “murciélagos”, donde se produjo un importante hallazgo arqueológico en el que destacaban unas sandalias de esparto hechas por el hombre primitivo y una diadema de oro, ambos objetos conservados en el museo arqueológico de Granada. También en esta ruta algunas empresas de aventura practican descenso desde la zona de minas hasta la rambla practicando rappel.


Rappel de 25 metros. 

Angosturas. 

Angosturas. 



Dentro de la mina de Albuñol, lo que más nos va a llamar la atención y por supuesto hacer la delicia de nuestros ojos, es una geoda de yeso de una gran belleza, y donde no puede faltar una gran fotografía. En el resto de espacios vamos a encontrar principalmente galena, que era el objetivo de estas explotaciones y otros minerales asociados como cinabrio, spangolita, malaquita, linarita y yesos sericolitas.


Foto de Mª José Martín. Detalles. 

Detalles. Foto de Mª José Martín. 

Detalles. Foto de Mª José Martín. 


Al entrar en la mina hay que hacerlo con un equipamiento adecuado, con casco de protección, luz frontal, tomando todas las medidas necesarias, y especialmente haber avisado de nuestra intención al exterior, la mina ha tenido muchos derrumbes tal y como podremos apreciar a los pocos metros de entrar, a ambos lados y a los pocos metros veremos una serie de cavidades inferiores al nivel del suelo, son muy peligrosas y las dejaremos atrás, para acceder a la primera gran sala que hay a nuestra izquierda dónde se encuentran los mejores ejemplares de minerales y la geoda de yeso. Si volvemos a la galería principal y la seguimos veremos que todas las bifurcaciones terminan sin salida debido a los derrumbes.


Entrada a la galería. 


Ya en el exterior tenemos otra segunda galería que podemos seguir hasta el final, dónde todavía en el último rincón de la galería quedan los agujeros realizados para introducir las cargas de dinamita, en esta segunda galería no hemos apreciado gran cantidad de minerales. El resto del conjunto se complementa con una multitud de edificios abandonados y también con otras galerías y pozos diseminados por el entorno.


Estructuras abandonadas de la mina. 

Segunda galería. 

Caseta. 

Tolva. 


En esta ocasión no pongo su ubicación concreta por preservarla de “malas gentes”, pero seguro que si eres un verdadero amante de la naturaleza darás con la forma de llegar a ella.


martes, 15 de junio de 2021

Castillo de Benzalema. Sistema defensivo Nazarí. Baza.

 

Torre principal del recinto

En el término municipal de Benamaurel en la zona norte de Granada y dentro del Geoparque, encontramos los restos del Castillo de Benzalema, al que vamos a dedicarle unas breves líneas. Está situado sobre una pequeña elevación al NE del Jabalcón y a orillas del río Guardal o del embalse del Negratín, según como haya sido el año hidrológico pues estamos en la cola del pantano.

Torre defensiva en el perímetro exterior


Vista del recinto del Castillo de Benzalema


El recinto tiene planta rectangular, con acceso por su lado Este, dónde se conserva un largo tramo de paño de muralla y un torreón para la defensa del acceso a la entrada. Todas estas estructuras están construidas con mampostería de tamaño mediano. La torre tiene unas medidas de 3,80 metros por 2,80 metros. También quedan restos del recinto perimetral en los demás vértices geográficos de la estructura militar conservada.


Detalle de Muralla y Barbacana

Detalle de la Torre principal. 

Torre defensiva exterior


Justo en medio del castillo destacan los restos de otra torre que sería de grandes dimensiones, de la que se conservan restos de muro de tapial con una altura de 2 metros y un ancho de 1,20 metros. Sobre ellos y al igual que en resto del recinto se sigue la construcción con muros de mampostería.


Detalle de tapial

En la zona es fácil todavía encontrar restos de cerámica medieval, asimismo y según las fuentes leídas se encontraron huesos humanos cercanos al recinto, lo que podría indicar la existencia del cementerio.


Posible piedra que formara parte del arco de entrada al recinto. 

Resto de Torre. 

Recinto amurallado


Gran parte de las murallas exteriores se han derrumbado por el paso de los años y las condiciones atmosféricas, prueba de ello es la ingente cantidad de mampostería esparcida por todas las laderas y por el acceso al recinto del castillo medieval. No se ha encontrado restos del aljibe, pero una cata arqueológica seguramente nos enseñaría el lugar dónde se ubique.


Detalle de hueco dejado en el tapial

Zona superior del recinto

Zona por la que se accede al castillo. 

El recinto se encuentra en un lamentable y total estado de abandono, como ya viene siendo habitual en este tipo de fortificaciones del reino nazarí de Granada, lo que no deja de ser una pena, pues el entorno y con una buena excavación arqueológica, se podría tener un precioso potencial económico para la zona y un aliciente más para el Geoparque.

Cola del Pantano del Negratín. 

Estratégicamente hablando era lugar de paso desde Jaén hasta Baza a través del río Guadiana Menor, hemos de tener en cuenta que obviamente el embalse del Negratín no existía.

Río Guadiana Menor

Jabalcón. 


Históricamente hablando la zona ha estado poblada desde la Prehistoria hasta la llegada de los musulmanes. Posteriormente y concretamente durante la ocupación musulmana el Castillo pasó por varias manos y caudillos musulmanes en sus guerras internas, hasta que finalmente en 1488 y con la caída de la ciudad de Baza, pasó a manos castellanas. El primer alcaide fue Juan de Avalos. Las crónicas de Hernando del Pulgar o de Alonso de Palencia hacen referencia al castillo de Benzalema.


Cerámica superficial. 

Minerales de yeso. 


Posteriormente y en el siglo XVI la zona quedó ampliamente despoblada, el castillo fue abandonado y poco a poco quedó en el estado de ruina al que ha llegado a nuestros días.


Acceder al castillo es relativamente fácil, nos dirigiremos hacia la localidad de Zújar y de ahí a sus famosos baños termales. Desde ahí cogeremos la carretera de los baños durante 2,5 kilómetros hasta que veamos una pista a nuestra izquierda que nos llevará hasta el recinto amurallado, en el camino podremos encontrar gran cantidad de minerales en especial yesos.


jueves, 10 de junio de 2021

Personajes granadinos. Padre Francisco Suarez.

 

Busto del Padre Francisco Suarez en la Facultad de
Derecho de Granada. 

Francisco Suárez nació en Granada el 5 de Enero de 1548, siendo uno de los grandes personajes granadinos del siglo XVI, una escultura situada frente a la puerta principal de la Catedral de Granada en el edificio de la curia nos recuerda a este teólogo, filósofo y jurista al que vamos a dedicarle unas breves palabras. Su verdadero nombre es Francisco Suárez de Toledo Vázquez de Utiel y González de la Torre, conocido popularmente también como “Doctor Eximius”, claramente se adivina su procedencia de familia acomodada. Sus padres fueron el abogado Gaspar Suárez de Toledo y Antonia Vázquez de Utiel.



De sus años en Granada destaca que recibió clases de latín de mano de Juan Latino, otro de los grandes personajes que vio la ciudad de Granada en el XVI. Su casa natal alberga hoy en día la sede del archivo de la Real Chancillería de Granada, en la calle Pavaneras, una placa así lo atestigua.


Casa Natal del Padre Suarez

Placa conmemorativa



Si bien nacido en Granada su relación con la ciudad va a ser corta, pues pronto y debido a su vocación estudiosa y a sus conocimientos va a empezar un largo recorrido por España y parte de Europa que acabará en Lisboa en el año 1617.





Fue estudiante en la Universidad de Salamanca fundada por Ignacio de Loyola, ingresando en la Compañía de Jesús en el año 1564 y ordenándose sacerdote en Segovia en el año 1572. Imparte clases por varias ciudades como Segovia, Ávila y Valladolid. En 1580 es llamado a Roma dónde imparte clases en el Colegio Jesuita hasta el año 1585. Posteriormente recaló en Alcalá de Henares para terminar sus enseñanzas en la ciudad de Coimbra en el 1615, dos años más tarde falleció en Lisboa. Es considerado como uno de los grandes maestros de la corriente escolástica y marca el camino del tránsito entre el Renacimiento y la Filosofía moderna.


Obras del Padre Suarez



Una de sus obras es “Disputaciones Metafísicas” (1597), un texto usado en muchas universidades europeas y que es desde Aristóteles el primer intento de definir una metafísica independiente. La Compañía de Jesús otorga cierta libertad a sus miembros, por lo que Francisco Suárez va a desarrollar un sistema propio conocido como “suarismo”. Este libro sirvió de cabecera para autores de la talla de René Descartes, Baruch Spinoza, Leibniz o Wolf.





El suarismo es el resultado de una meditación personal acerca de las más diversas cuestiones de la vida para el hombre, y que sigue las enseñanzas de Tomás de Aquino. Suárez no sólo se mueve en el campo teológico sino que también destaca como jurista, claro ejemplo de ello es su libro “Sobre las leyes”. Otro de sus libros más conocidos es “Defensa de la Fe católica y apostólica contra los errores de la secta anglicana”, que Jacobo I de Inglaterra hizo quemar en público. En este libro se asientan las bases de la Democracia cristiana, contra el poder absoluto de los reyes. Dios es el principio de toda autoridad, que no la confiere a los reyes o gobernantes sino al pueblo que la delega en el rey. Si el monarca abusa de su poder el pueblo puede relegarle de él. En cierto modo son unas bases a la vida actual, pero relegadas al siglo XVII.





Entre sus numerosas obras podemos destacar “De Verbo incarnato” en 1590, “mysteriis vitae Christi” en 1592, “Disputaciones metafísicas, que se puede considerar como la obra cumbre de su carrera” en 1597, o “legibus ac deo legislatore” en 1612 y la ya mencionada de “Defensa de la Fe católica..” en 1613.


Durante más de dos siglos fue una de las grandes figuras de la filosofía que se estudió en numerosas universidades de Europa, último pensador de la escuela escolástica renacentista y con un avance en los estudios de la filosofía jurídica y política y sistematización de la metafísica.


Placa y Hornacina en la Curia de Granada



En Granada son varias las muestras referentes a este ilustre personaje, en primer lugar en su casa natal hay puesta una placa. En segundo lugar en la actual facultad de derecho y que fuera Colegio Jesuita, en su primer patio podemos ver un busto del Padre Suárez. Y por último no hemos de olvidar que en pleno centro de Granada tenemos el Instituto Padre Suárez en clara referencia al teólogo, jurista y filósofo.


Iglesia en la que se encuentra enterrado. 



Francisco Suárez muere en Lisboa el 25 de Septiembre de 1617.