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lunes, 17 de diciembre de 2018

Leyendas de Granada. El compadre Felipe.

Felipe IV



En una fría noche de invierno del año 1576, en una ciudad vacía, triste y oscura desde que se había expulsado a la masa de población morisca que la habitaba, por aquella que fue una de las principales calles de la ciudad, la calle Elvira, paso obligado para cuantos viajeros provienen del Norte o del Oeste, dos extraños caballeros se adentraban en la ciudad, completamente a oscuras y sin temer a los peligros de la noche.

Arco de Elvira, histórica entrada a la ciudad. 


Era la medianoche, según marcaban las campanas de la Catedral, cuando desde una pequeña casa junto a la Parroquia de San Andrés, nuestros dos personajes escucharon los débiles quejidos de un niño recién nacido, así como los terribles alaridos llenos de sufrimiento del que los emitía.

Campanario de la Iglesia de San Andrés. 


De los dos hombres, el que aparentaba tener mayor autoridad mandó al otro llamar a la puerta, la cual se abrió al tercer golpe asomando un hombre joven, con cara de sufrimiento y pesar.

Al ser preguntado por los dos extraños sobre el motivo de los llantos y gritos de sufrimiento, el joven respondió que era un artesano falto de trabajo en esos momentos, que su joven mujer yacía en la cama aquejada de una grave enfermedad,y que hacía poco había dado luz a un hijo que pese a que tuviera que ser motivo de alegría era causa de desventura.

Al preguntar los extraños por el motivo de la desventura, el joven respondió que por causa de esa falta de medios económicos al no encontrarse trabajando, carecía del dinero suficiente para poder abonar los gastos a la Iglesia del Santo Sacramento del Bautismo.

Al oír estas palabras uno de los caballeros se apresuró a decir que mañana tendría todo lo necesario para sufragar los gastos de la sagrada ceremonia, a cambio de que si aquello aceptara, sería el padrino del niño. El joven artesano aceptó la oferta y quedó entregado en cuerpo y alma a la voluntad del caballero, el cual a continuación sacó un pequeño saquito lleno de monedas de oro que entregó al joven artesano y lo emplazó al día siguiente a la hora fijada para la ceremonia.

A la noche siguiente, la Iglesia de San Andrés se encontraba completamente engalanada, majestuosa con sus lámparas, sus velas y sus imágenes, en una de las capillas la pila bautismal, ricas colgaduras de damasco colgaban y cubrían las paredes, y las campanas de la Iglesia replicaban con energía, escuchándose su sonido por toda la ciudad, acudieron los parroquianos sin saber bien el motivo de tan fastuosa celebración. El cura había recibido oro para organizar tan esplendorosa ceremonia, sin haber recibido muchos más datos.

Interior de la Iglesia de San Andrés actualmente. 


La Iglesia estaba a rebosar cuando el tornero y una anciana mujer atravesaron el umbral de la Iglesia con el niño en brazos, atemorizados pararon ante la imagen que tenían ante sus ojos, pero la misma voz que habían escuchado en la noche anterior les dijo “adelante”. El artesano se dirigió a la capilla, en la que se situó junto al misterioso caballero, que cubría su cara.


El órgano sonó, y empezó la breve ceremonia para bautizar al niño del joven artesano, hasta que llegó la hora de saber el nombre del padrino, y artífice de tan suntuosa ceremonia. El cura extendía el acta hasta que llegó el momento de escribir el nombre. -Felipe respondió-, pero todos impacientes esperaban el apellido como costumbre es, -Felipe- repitió el cura y ante la negativa repreguntó Felipe ¿De que ? - Felipe IV, Rey de España y de sus Indias, - contestó aquél a quien se dirigía, y tirando el embozo descubrió a los ojos de todos los asistentes la faz del hijo del Felipe III.

El cura cayó como fulminado al suelo, y cuando quisieron levantarlo había dado ya su último suspiro, mientras que el joven tornero, no daba crédito a lo que veían sus ojos.

Zona de capillas, pendiente de restauración. 


Esta leyenda se recoge en el libro Tradiciones Granadina, edición del año 1857 del autor José Soler de la Fuente, bajo el título de “El compadre Felipe”, no he hecho una copia literal de la misma, sino que he realizado un pequeño resumen de la historia, tal y como a mí, y pese a tener una edición del libro con la leyenda, me la han contado.

Tradiciones Granadinas. 


En la edición original del año 1857, figura Felipe II como el protagonista de esta tradición, aunque en la versión que yo tengo han cambiado el nombre por el de Felipe IV, alegando que Felipe II nunca vino a Granada.

Felipe II


Es cierto que Felipe IV, vino a Granada, pero fue en el año 1624, respecto a Felipe II, es muy probable que viniera en Mayo de 1539 cuando murió su madre Isabel de Portugal, pero de aquella posible visita no ha quedado ninguna referencia.

Precisamente y debido a la visita de Felipe IV en 1624, la puerta que aún se conservaba a la entrada de la Calle Mesones junto al río Darro, se le llamó Puerta Real, nombre que conserva en nuestros días.

En la edición facsímil que conservo se anota también que el archivo de la parroquia de San Andrés se destruyó por un incendio, pero que entre sus libros figuraba una partida que decía:
“Yo D. F. de T., cura párroco de la parroquial de San Andrés de esta ciudad, bauticé solemnemente a Felipe, Juan, María de la Encarnación Jiménez, hijo etc.. Fue su compadre ...(aquí había un gran borrón, como si la pluma hubiese caído de la mano que la sostenía. )Fue su compadre el Sr. Felipe IV de Austria, Rey de España y de sus Indias.
Esta partida estaba firmada por el beneficiado y no por el cura, al haberse producido la muerte repentina de aquél.

Puerta Real, visible en parte al fondo. 


Aquí termina esta curiosa “tradición granadina”, más bien leyenda, que con estas pequeñas líneas pretendo que no se olvide en antiguos libros, como el que ha llegado a mis manos, y que en este paso a Internet y a las nuevas tecnologías perdure en el recuerdo de los Granadinos.