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lunes, 19 de abril de 2021

Torre de Mingoandrés. Moclín.

Atalaya de Mingoandrés. 



La torre o atalaya de Mingoandrés se encuentra en el alto de Mingoandrés, situado en una pequeña elevación que se encuentra al este de la carretera que une Granada con Alcalá la Real a su paso por el término municipal de Moclín. 





Es una típica torre circular que conserva una altura de seis metros, aunque si las comparamos con otras atalayas similares y todas del mismo periodo dentro de la dinastía nazarí, probablemente su altura fuera de unos nueve metros aproximadamente. El diámetro de la torre es de 4,60 metros. Está construida en mampostería con piedras de tamaño grande y mediano formando hiladas. 





Ha sufrido una importante restauración, lo cual se aprecia a simple vista, y que hemos podido corroborar al consultar fotografías algo más antiguas de la atalaya. Es por esto que no conserva restos de dónde se ubicaba el posible acceso al interior de la torre, situado en una cota más elevada y al que se accedía mediante algún tipo de escala de cuerda o madera. 





La torre de Mingoandrés tiene una visual directa con la torre de la Solana, la torre de la Porqueriza y muy especialmente con el Castillo de Moclín. 






Moclín era la llave para la reconquista de Granada, pues se convirtió en el paso natural y el acceso a la ciudad de Granada. De ahí la importancia del gran número de torres y atalayas que hay en su territorio, y de ahí la importancia de una batalla de la cual ya daremos cuenta y que ha dejado nombres tan propios como el de "Cortijo de la Matanza". Es por ello que la podemos ubicar en el siglo XIV y en plena dinastía nazarí.



 


Llegar a la torres es muy fácil, nada más acercarnos a Moclín, y desde la misma carretera tendremos visual de las tres torres/atalayas que hay en el territorio, la primera que vemos es la de Mingoandrés, una vez que llegamos a la fuente conocida como "Pilarejo", justo enfrente sale un carril asfaltado en sus primeros metros, lo tomamos y lo cogemos hasta el final, antes a nuestra derecha habremos dejado la torre de la Solana que será objeto de otra entrada. El carril casi llega hasta unos cortijos a los que nos dirigiremos y una vez cerca de ellos, simplemente subiremos el pequeño promontorio para acceder a ella, no tiene pérdida pues tenemos visual de la torre en todo momento. 



lunes, 12 de abril de 2021

Fuente Santa o Fuente de Alcántara. Loja.



A las afueras de la localidad de Loja camino de Plines y junto a la antigua carretera de Málaga, encontramos esta monumental fuente cuyas aguas gozaron de gran fama como sanadoras y curativas de males, de ahí su nombre de Santa. 





Fruto de esa popularidad en el siglo XVI, se construyó una fuente de estilo manierista, y por la gran afluencia de personas que concurrían a ella, se dotó a la fuente de médico y alguacil, las aguas llegaron incluso a envasarse en cántaras lacradas y llevadas a la corte de Felipe IV en Madrid. Siendo las primeras aguas que contaban con sello de calidad y las primeras envasadas con denominación de origen. 





El cantero Domingo Hernández, fue el autor de esta obra, en el que destaca en su frontis el escudo de Felipe II. 





En el año 1788 se llegaron a construir sendos baños unos para hombres y otros para mujeres a ambos lados de la Fuente, de la que hoy en día y pese a la gran cantidad de maleza y vegetación que hay en su interior podemos encontrar restos de las piscinas con los que contaban. 









En la actualidad la Fuente alejada del caso urbano y perdida entre caminos y huertas está en un lamentable estado de abandono, a ambos lados de ella, se encuentran sin techo y realizadas en mampostería las dos dependencias que sirvieran de baño. 





La Fuente tiene una reja, que impide la entrada al gran estanque de agua cristalina y en la que podemos ver con claridad las surgencias y burbujas de agua que emanan desde el suelo, aunque de igual modo, las mangueras que hay para aprovisionamiento de agua para regar los campos cercanos estropean el conjunto. 





Históricamente con las aguas de esta fuente se regaban gran parte de los olivares que había en cotas próximas, sin embargo la disminución del caudal de agua en los últimos años, ha provocado que se tenga que acudir al uso de mangueras de riego, para el abastecimiento del agua necesaria para el campo. No obstante ya a finales del XIX, figuraba este nacimiento de agua como de poco caudal. 





La fuente propiamente dicha, está realizada en piedra de cantería y cuenta con varias cartelas e inscripciones algunas de difícil lectura, y cuenta con motivos vegetales a modo de decoración. Como ya hemos mencionado quizás lo más significativo es el escudo de Felipe II que aún conserva. Se cree que en el hueco del centro estaría un bajorrelieve con la representación del Bautismo de Cristo en el río Jordán. La fuente se encuentra a fecha de hoy en la lista roja del patrimonio. 



miércoles, 7 de abril de 2021

Torre del Espinar. Montefrío.




La torre del Espinar se encuentra en el cerro de la Torrecilla a una altitud de 1117 metros, dentro del término municipal de Montefrío, cerca de la fuente del mismo nombre y de la Milenaria Encina de la Inquisición. No muy lejos también se pueden todavía ver los restos de una antigua cortijada que responde al nombre de Cortijo de los Moriscos, en clara alusión a su origen. 




La Atalaya del Espinar desgraciadamente está en un lamentable estado de conservación y tan sólo se conservan apenas 2 metros y medio de altura, estando el resto de la torre semienterrada o bien con todos sus escombros esparcidos alrededor de ella. 





El diámetro que conserva es de cinco metros y tuvo que tener una altura considerable, en su lado SO, conserva parte de un parámetro. También en el exterior y entre los restos encontrados aparece una piedra con un pequeño relieve almohadillado, que bien pudiera ser una pieza que perteneciera al dintel de la puerta de acceso, o de alguna ventana. 




Desde los restos de la Atalaya y aún con la gran vegetación que lo rodea todo, se tiene visual directa tanto de la localidad de Montefrío, altamente protegida por una extensa red de torres y atalayas, como del castillo de Alcalá la Real, por lo que en caso de ataque por parte de tropas enemigas, era fácil dar la voz de alarma. 


Montefrío

Alcalá la Real


Para acceder a la torre, lo más fácil es coger el carril que nos lleva al Cortijo de los Córcoles, y continuar hasta el Cortijo del Espinar, desde ahí subimos hasta la Cruz del Espinar y de ahí atacamos la cima del pequeño cerro de la Torrecilla, por un sendero que parte desde la parte trasera del Depósito de agua. 


Y como siempre puedes ver su ubicación en verde y con el número 250 en nuestro MAPA DE TORRES, ATALAYAS Y CASTILLOS.



lunes, 29 de marzo de 2021

Árboles singulares de Granada. Encina de la Inquisición. Montefrío.

Encina de la Inquisición. 


Seguimos nuestro caminar por la provincia de Granada, en busca de esos ejemplares más significativos y relevantes de árboles, y en esta ocasión recalamos en Montefrío dónde visitamos la encina de la Inquisición. 


Detalle del tronco. 

Detalle del tronco. 



Se trata de un bello ejemplar de Quercus ilex subsp, que como suele ser habitual en este tipo de árboles destaca por su gran porte, corpulencia y tamaño. Según la ficha técnica consultada se estima la antigüedad en unos 500 años, aunque yo creo que puede tener algunos más, pero hablamos de un ejemplar que ya existía en tiempos de musulmanes con casi total seguridad. 


Vista de las ramas. 

Vista de las Ramas

Vista parcial de las ramas. 

Desde un corto pero muy robusto y fuerte tronco, salen varias ramas principales, de las que a su vez derivan otras, todas ellas con gran fortaleza a simple vista, y que conforman toda la copa del árbol, medido a pie tiene un diámetro de 27 metros, y según ficha técnica 28,10 metros, así que no iba yo muy desencaminado. La superficie de sombra que proyecta la copa es de 626,78 metros cuadrados. La altura total de la encina es de 17 metros. 


La encina dentro del olivar. 


Se encuentra dentro de un olivar y en un terreno ligeramente inclinado, dentro de una finca privada, y muy cerca del Cortijo de la Inquisición. No hay caminos que lleven a la encina directamente, aunque los rastros de los tractores en sus tareas agrícolas, sí nos han permitido acercarnos muy cerca de la encina. La mejor manera de llegar a ella, es desde el Cortijo de los Córcoles, para luego ir hasta el Cortijo del Espinar, y de ahí coger el camino a la Encina, evitando de esta manera en mayor medida ocupar o pasar por fincas privadas. 


Encina sobresaliendo en el olivar. 


Cerca de la zona, encontramos puntos de interés, como la Atalaya del Espinar, el Cortijo de los Moriscos o la Cruz del Espinar, también es una zona en la que aparecen restos arqueológicos de forma esporádica y se comenta por los lugareños que hay tumbas antiguas en la zona.



Caminos que llevan a la Encina, abierto por los tractores. 




martes, 23 de marzo de 2021

Petroglifo de Dílar. Parque Nacional de Sierra Nevada.


Petroglifo de Dílar


El petroglifo de Dílar es uno de los grandes descubrimientos acaecidos en nuestra provincia en los últimos años, se trata de una roca con una extensión de 5 metros de largo por unos 4 metros de ancho, en los que encontramos una serie de grabados con más de 4000 años de antigüedad. Verdaderamente estamos hablando de hallazgo excepcional.





Se encuentra a más de 2000 metros de altitud, siendo uno de los más altos de la Península Ibérica, y desde luego el más alto de Andalucía, obviamente se encuentra situado en pleno Parque Natural de Sierra Nevada, en un lugar dónde por la adversidad de la meteorología, pasa unos seis meses al año cubierto de nieve.





Es un ejemplo único de arte Prehistórico Atlántico, consistente en una serie de grabados en los que aparecen círculos, espirales, y líneas, es un arte típico de otras zonas como Galicia o Portugal e incluso las Islas Británicas, en algunos petroglifos aparecen ciervos, caballos, o figuras antropomorfas. Su distancia a la zona en la que este tipo de arte se desarrolló así como la altitud en la que se encuentra, unido a que se han encontrado más de 300 figuras en un espacio de unos 25 metros cuadrados lo convierten en uno de los petroglifos más importantes de la Península Ibérica.





Es difícil saber la elección de este lugar para el desarrollo del Petroglifo, si bien las vistas que hay desde aquí son realmente impresionantes y abarcan gran parte de la Vega de Granada y de Sierra Nevada, también es cierto que el acceso al lugar es algo complicado, carente de senderos y caminos y en especial hace 4000 años, y tan sólo el grupo de piedras en el que se encuentra el Petroglifo sobresale un poco del medio natural en el que nos encontramos.





El Petroglifo ha sido ya fruto de estudio, cuyo enlace pongo al final de esta entrada, en las rocas, podemos encontrar nueve paneles diferentes de piedra, de varios tamaños y formas y situados a diferentes niveles, dentro de la misma formación rocosa. En ellos se van distribuyendo todos los grabados, con una mayor concentración y calidad, en algunos de los paneles, y con una presencia meramente simbólica en otros.





De entre todos destaca el panel 5, es el más representativo del Petroglifo, es el que ha salido en la prensa local, y al que más fotos he dedicado en esta entrada, en el resto de paneles incluso estando allí, es muy complicado apreciar todas las figuras y hendiduras, y hay que ir provisto con una guía para poder ir comprobando todos los grabados. 134 motivos hay en este panel, siendo las más visibles las grandes espirales. Dependiendo de la época del año en la que vayamos y de la luz que haya se podrán ver con mayor o menor dificultad, a eso hay que unirle el desgaste de la roca y la existencia de un gran número de líquenes.




No obstante y según el estudio consultado hay 302 motivos en el Petroglifo que se dividen en cazoletas, círculos y círculos segmentados.

En el panel 1, según los estudiosos podríamos ver una figura en la que un lobo come de una cabra muerta.





En el estudio recientemente publicado también se analiza la cronología de la presencia humana en la Provincia de Granada y en especial en los valles del Río Dílar, y Monachil en épocas que van desde los 5000 años ac hasta los 2000 años ac, encontramos yacimientos de los que ya teníamos conocimiento e incluso algunas fotos se han publicado en el grupo de Facebook “Lugares de Granada con mucho encanto”, tales como el de Cerro de San Cristóbal en los Ogíjares; Pinturas del Cerro de Huenes; Cerro del Castillejo en Güejar; Cuevas de La Zubia; Dolmen del Toril de Dílar..etc.


Pinturas en el Arroyo del Huenes. 



Hablamos de yacimientos encontrados a las faldas de la Sierra junto a la Vega de Granada, sin que se tenga constancia de posibles asentamientos en altitudes tan elevadas, salvo posibles pastoreos en épocas estivales, tal y como se sigue haciendo en nuestros días.


La nieve en Invierno lo cubre todo. 

Respecto al significado de estos grabados es algo en lo que todavía se estudia, desde cartas estelares del cielo, hasta mensajes variados, las teorías son múltiples sin llegar a una verdadera conclusión.





Otra de las cuestiones que están suscitando controversia es la de su ubicación por parte de los estudiosos de la UGR, así como las administraciones públicas se intenta que no se difunta su ubicación para preservarlo y permitir su conservación, así que no seremos nosotros los que desvelemos tal secreto, aunque las publicaciones que van saliendo en medios de prensa, artículos, y demás trabajos, no hacen sino arrojar pistas de cual es su ubicación, sirva de ejemplo que en nuestro caso lo encontramos sin tener ni idea ni de su existencia ni de su ubicación, pero atar cabos fue muy fácil.





Por otro lado, parece ser que el Ayuntamiento de Dílar tiene la idea que realizar una réplica del Petroglifo para que pueda ser observado por todo el mundo.


ENLACE AL ESTUDIO DEL PETROGLIFO DE DILAR




















sábado, 6 de marzo de 2021

Leyendas de Granada. El aljibe de la vieja.

 


Hace unos días, un buen amigo me comentó que tenía recopiladas unas trescientas leyendas relativas a Granada. Lo primero que le dije es que se tenía que poner a escribir un libro pero de forma inmediata, aunque él, y por su experiencia personal, me dijo que no pensaba meterse en tan ardua tarea, pues por su forma de ser y su autoexigencia personal, le supondría un esfuerzo sobrenatural.


Ciertamente y a colación de esta pequeña conservación, es cierto que Granada es una ciudad que ha dado a pie a cientos de leyendas, algunas recogidas de forma excepcional, como las que dieron como fruto el libro de “Cuentos de la Alhambra”, magistralmente escrito por Washington Irving, y otras de carácter más autóctono como las de Afán de Ribera, recogidas en varias de sus obras.





Granada es una ciudad de cuento, y una ciudad de leyenda, cuyo origen hay que buscarlo en ese cambio de ciudad musulmana que tras ocho siglos pasó a ser cristiana de la noche al día. Hay que buscarlo en esos tesoros que los musulmanes dejaron enterrados en cada uno de los rincones de esta bella ciudad, hay que buscarlo en una ciudad que fue Visigoda, fue Romana, fue Judía, fue íbera, y sin embargo una ciudad cuyo origen todavía es un misterio.


En este blog hemos expuesto algunas leyendas y nuestro deseo es seguir compartiendo todas aquellas que conozcamos, pero sobre todo que nos permitan visitar el lugar, o el espacio donde tuvieron lugar, para que así nuestro lector, pueda luego acudir esos lugares y recrear los hechos acontecidos.





En esta ocasión cogemos la Leyenda de Afán de Ribera llamada “El Aljibe de la Vieja. Leyenda que en muchos de los paseos que he realizado a lo largo de los años por el Albaicín, ha sido un recurso y un aliciente más, usado por los guías turísticos, historiadores u organizadores de paseos, para complementar la visita.


LA LEYENDA:




                                                    I


-¡Qué miedo anoche, comadre María! Apenas recé las ánimas , di tres vueltas a la llave del portón y tapé las rendijas de las ventanas con los restos de mi último zagalejo. Siquiera pude dormirme pensando si el espanto del Aljibe se introduciría en mi aposento.


Zagalejo



-¡Cómo ha de ser Joaquina! Nuestros pecados llaman a voces el enojo celeste, y estamos abocados a presenciar castigos tremendos. Bien lo dice en sus sermones el padre Benito de San Diego.

-¿Y no dice también el fraile de nuestro convento vecino que no es regular que paguen justos por pecadores? - preguntó con voz estentórea y un poco tomada por el vino , un robusto mancebo con visos de soldado.

-Callaos, hereje; más valiera que acabarais de cepillar vuestro uniforme, que se lleva todas las noches la cal de la ventana de la Dorotea.

-Pues por eso lo digo, santa...mujer. Si no hubiera lenguas maldicientes y ojos que ven visiones, no se escondería apenas mi novia el sol se pone, por miedo a vuestros romances. Pero ya se buscará medio de alentar a las mozas del barrio, y de romper las costillas a fantasmas y sus procuradores.

-Insensato judío- clamaron ambas mujeres- acercándose en ademán de arañarlo.

Y en esto hubiera venido a parar el caso, si los gritos de una porción de muchachos, precursores de la llegada de una anciana, no hubiera interrumpido el poco edificante diálogo.

-¡Qué lo cuente, que lo cuente! La tía Salvadorica lo ha visto- exclamaban las voces infantiles del concurso.

-Diga cuanto sepa, -madre Salvadora, - añadieron las mozuelas que venían sirviéndole de escolta.

Ea pues, voy a complaceros – respondió parándose en medio del ya formado corro; - dejadme me siente en esta piedra , que recuerda mis primeros años, y hagamos la señal de la cruz para que el espíritu maligno no se goce en ver cómo nos espantan los srtiunfos de sus inicuas artimaña.


Aljibe de la vieja



                                                    II


Pero antes digamos al lector dónde ocurre esta escena. Alumbrada por un sol de Mayo, tal como brilla en la poética Granada, la placeta del Mentidero del antiguo Albaicín ostentaba en el año 1640 algunos restos del esplendor de aquel populoso barrio. Oíase el monótono ruido de los telares dónde se tejían las famosas cintas con tanto aprecio recibidas en América, y las festivas coplas de los trabajadores, la vista de las mujeres haciendo sus faenas en los portales de las entreabiertas moradas, y el humo del hogar que en tranquilas espirales se elevaba a las nubes, dando un aspecto de alegría y bienestar al cuadro de aquellos pasados tiempos, cuyo contrate puede formar el curioso que recorra hoy los ya descritos lugares.

Reposó un momento la Salvadora, y notando que la concurrencia estaba pendiente de sus labios, con voz agradable, aunque temblona, dijo así:


                                                    III


- Recordaréis que hace un año que murió la poseedora de aquel huertecillo que da frente a ese pequeño callejón que conduce al escondido aljibe. La pobre María Tomillo no gozaba de la mejor reputación. Sin familia, avarienta y nada devota, todo su afecto lo cifraba en el huerto, cuyos frutales cuidaba con un esmero sin límites, y defendía furiosa de los ataques de toda esa turba que me escucha. Más de una de vuestras frentes conserva recuerdos de los guijarros que os arrojaba, y algún que otro cuerpo no quedó con hueso sano al caer precipitadamente de las tapias que franqueara en mal hora. Sobre todos los árboles, una enorme y copuda higuera gozaba de su mayor predilección. Cada vez que, al madurar el sabroso fruto, las manos profanas de los muchachos del barrio cogían uno de aquellos amarillentos higos, la Tomillo prorrumpía en horribles blasfemias, y su furor no conocía límites. Muchas veces, el señor alcalde del barrio tuvo que apaciguar hondas querellas entre los vecinos, y la época de la madurez de los higos era tan notada como un principio de guerra civil. ¡Y lo que pueden las malas pasiones, queridos míos!- añadió la narradora: - afirman que la María, en un acto de cólera, al saber que Toñuelo, el hijo del sacristán, que marchó de arcabunero a los tercios reales, le había cogido lo más preciado del fruto, ofreció su alma al diablo con tal de que hechizara el árbol, y nadie pudiese saciar en él sus apetitos.


Arcabucero


-¡Qué horror! - exclamaron todos con espanto.

-Pues no paró en eso – continuo la Salvadora- Lucifer debió escuchar las suplicas de la mala hembra, pues desde entonces la higuera, cuya frondosidad aumentaba cubriendo la fresca cisterna, no se vio privada de ninguno de sus retoños, pues si algún rapazuelo cogía el más blando y amarillento higo, lo arrojaba al saborearlo, como si hubiese probado el rejalgar. Y la Tomillo, en vez de enfurecerse como antes, se reía irónicamente e invitaba a los aficionados, que huían presurosos del ya no envidiado festín. Y es más: hasta la sombra de la higuera encantada producía tan malos efectos, que quien se guarecía en ella, adquiría una enfermedad desconocida; y quien la contemplaba, divisaba en su penumbra trasgos y fantasmas que flotaban en confuso remolino.

Se sucedían las estaciones; el fruto se conservaba íntegro, y la dueña, cada vez más fosca y horrible, pasaba horas enteras admirándolo. Murió, como sabéis, hace un año, en aquella noche medrosa en que el viento hizo voltear por sí sólo las campanas de nuestra parroquia; y por más que se le haya querido echar tierra al asunto, el cuerpo de la desventurada María voló al ser conducida al cementerio.


Interior del Aljibe


- Por eso dicen que aparece en el huerto; por eso no se puede asomar ninguna a sus ventanas apenas la noche se apodera de estos contornos – añadió una colorada mozuela, que como una estatua había estando escuchando a la narradora. - A eso voy, Ritilla – replicó aquélla;- y ahora entra lo más grave de este espinoso asunto. Bien os consta que, armada de mi escapulario, no temo a los ángeles caídos, y que mi curiosidad también es de las que necesitan satisfacerse. -Ahí llaman, - interrumpió el soldado, que al principio se manifestara tan incrédulo. La mirada que le arrojó el auditorio fue tan significativa, que calló, y la anciana prosiguió diciendo: - Hace tres noches, me propuse averiguar la verdadera causa de los rugidos y lamentos que se oían sobre el aljibe. Eran las doce; me asomé a la ventana que domina el huerto, y cuando terminaron las últimas campanadas de la Vela, una sombra de mujer, parecida a la Tomillo, brotó, por decirlo así, de la boca de la cisterna, y, columpiándose en el aire, dando agudos chillidos, empezó a dar vueltas, de un modo que mareaba, al rededor de la higuera, que como por encanto se cubría de sazonado fruto. A poco, otras sombras fueron apareciendo; después otras, todas leves, vaporosas con rostro humano, y semejanzas a ya difuntos moradores de este barrio, que, formando círculo con el árbol, alargaban sus brazos a recoger las dadivas de la poseedora de la heredad. Redoblé mi cuidado, y aquellos presentes eran magníficos: unos higos eran de oro, otros de piedras preciosas y los más diminutos con que brindaba a las sombras más pequeñuelas, deberían ser de dulce, según el ansia con que los acogían los más afortunados. Después, cuando todos parecían satisfechos, la sombra primera empezó un monótono canto, y sus compañeras bailaban girando en torno del encantado árbol, primero pausada, luego conuna rapidez desconocida. Y así continuaron su locura hasta los primeros albores de la mañana, en que la sombra de la Tomillo se convirtió de repente en una espantosa lechuza, que, dando un aterrador graznido, se hundió en el aljibe mientras las restantes sombras, transformándose en feos pajarracos de agudo pico, embestían al árbol, que semejaba lanzar hondos gemidos, desapareciendo luego por el mismo sitio que su funesta precursora. Yo cerré la ventana medio muerta de susto, y ahí tenéis explicado el ruido que se escucha por las noches, y las visiones que la que deja la luz encendida contempla a traves de los agujeros de su vivienda, para perder la dulce tranquilidad del sueño. Calló la tía Salvadora; los concurrentes se marcharon medrosos a pesar del sol, y únicamente el aprendiz de soldado guiñó a tres de sus camaradas, y se dirigieron presurosos a la taberna. IV La noche del día en que se verificó la narración al aire libre, como a las once y media de la misma, cuatro bultos se dirigían a la estrecha calleja que desde las Cuestecittas conduce a la placeta del Aljibe. Ni luna ni estrellas se divisaban en la celeste bóveda, pues nubes opacas cubrían el espacio, y ningún ruido turbaba el silencio en aquel medroso contorno. Colocados enfrente de la boca del acueducto los cuatro bultos, que eran Antón el soldado y sus tres camaradas, con paso no muy seguro entornaron la espesa celosía que resguardaba el agujero, poniendo una enorme tranca apoyada en la tierra como para doble seguridad. - Ahora veremos por dónde sale la Tomillo y quién es el guapo que pone en consternación al vecindario – dijo el soldado hablando quedo a sus compañeros; - al menor golpe que sintamos, manos a las espadas, y hagamos el conjunto con tajos y reverses. - Conformes, Antón – contestó el de más edad;- pero fortalezcamos el estómago con una docena de tragos, que es una receta de gran valía contra los espantos. - Pero es señal de poco valor- le dijo otro de los jayanes, que se apoyaba en una descomunal espada. - Ya veremos cuando llegue la ocasión, señor guapo – le contestó el primero, - aunque la noche se pone tan oscura que no se verá el color de tu rostro. - Silencio – replicó Antón ; - pongámonos en esta esquina, que se acerca el momento. Las tinieblas se aumentaban por grados; un tenue rumor empezó a dejarse oir dentro del aljibe; y al extinguirse el eco de una campanada de la iglesia cercana, un golpe duro resonó en la celosía. -¿Qué suena? - se preguntaban temblando los ya acobardados mancebos. ¿No decías, Antón, que era mentira lo que se cuenta, ó nos lías traído a que nos lleven las brujas ? No estaba más tranquilo Antón; y sin responderles nada les ofreció la bota, de la que sorbieron un crecido trago. A los dos minutos, otro golpe más fuerte se hizo oír; apareció una luz pequeña, pero brillante, y una mano de esqueleto se filtró, por decirlo así, por entre los claros de la madera; quitó la tranca, y prolongándose de un modo horrible aquel huesudo brazo, llegó al esquinazo en donde estaban muertos de miedo los cuatro valentones, y les sacudió la más tremenda paliza que se pueda imaginar. Al menos así lo contaban al día siguiente al maese barbero que fue a gobernarles los desperfectos de las espaldas, por más que algunos maliciosos suponían que aquellos cardenales y chichones eran producidos por las caídas que dieron a impulsos del temor y de los vapores del mosto, en la desenfrenada carrera que tuvo por término el empedrado de la Plaza Larga. V Corrieron los tiempos; la Iglesia tomó cartas en el negocio; se exorcizó la finca, que, al pasar a distinto poseedor, cortó y deshizo el arbolado, y se prohibió, bajo pena de excomunión, hablar de aquellos maleficios; pero la Salvadora, con sus gestos, insistía en sus afirmaciones, y la tradición pasó como moneda corriente entre el vulgo, que, al mirar anualmente retoñar la siempre en balde arrancada higuera, decían en voz baja: -Por mucho que trabajen, el alma condenada de María Tomillo estará dando sus encantados frutos hasta la consumación de los siglos. 





                                                         VI


  Nosotros no podemos salir garantes de la verdad de este cuento; pero el incrédulo lector puede subir al sitio indicado, y en una limpia placeta, formada por las tapias de los huertos que la rodean, en el frente principal, descubrirán un fresco receptáculo de clarísima agua, con su medio punto árabe, su losa de piedra de Sierra Elvira, que desde tiempo inmemorial es conocido con el gráfico nombre de Aljibe de la vieja, donde aun hoy mismo las jóvenes despreocupadas van con sus relucientes cántaros a las altas horas de la noche a esperar se presente la sombra que refiere la tradición, repartiendo sus higos de oro.  

 Así termina esta leyenda contada por Antonio Joaquín Afán de Ribera en el libro Tradiciones, leyendas y cuentos granadinos, publicado al menos en la edición consultada en el año 1885. Por el texto leído encontramos varios lugares y topónimos fácilmente identificables, por supuesto el primero y el que da nombre a esta leyenda, el del Aljibe de la Vieja, que aún sigue en pie, con su portada de ladrillo, su arco musulmán y su piedra de Sierra Elvira, la plaza del Mentidero o Plaza Larga, son otros lugares que aún a fecha de hoy conservan idénticos nombres, respecto a la Iglesia mencionada, cabe esperar que se refiera a la de San Luis, por ser la más cercana a estas calles, si bien pudiera referirse a la del Salvador o San Gregorio y no tanto a Santa Isabel de los Abades, pues la pobre y debido a unas riadas fue demolida pasando su feligresía a la de San Luis. 

Antonio Joaquín Afán de Ribera



    Curioso y mención tiene el teñir de la campana de la Torre de la Vela, con la cual, los campesinos y labriegos de Granada regulaban los riegos de la Vega de Granada.

 Afortunadamente esta leyenda más o menos es conocida, incluso he encontrado una representación teatral realizada por el CEPER Almánjayar Cartuja y cuyas fotos podéis ver en el siguiente enlace.



https://blogsaverroes.juntadeandalucia.es/aulasantaamelia/2019/04/30/el-aljibe-de-la-vieja/










    Ya sólo queda que cojáis el callejero del Albayzín, y entrado por la Plaza del Mentidero, busquéis a la Salvadorica sentada en su poyete de piedra, pero si no está, no tenéis más que avanzar unos metros hasta esa pequeña placetilla dónde se encuentra el aljibe, si bien yo siempre he ido por la mañana, o como mucho al atardecer, lo mismo vosotros tenéis la valentía y osadía de acudir cuando las sombras de la noche se hacen dueñas de la calle.   


Placa Afán de Ribera


BIBLIOGRAFÍA:

Joaquín Afán de Ribera: Tradiciones, leyendas y cuentos del Albaicín 1885. El aljibe de la vieja. 

Hernández Martín, Fco Javier. El aljibe de la Vieja.